Inicios de la Reforma

El punto de partida de la Reforma se registra el 31 de octubre de 1517. Martín Lutero, fraile alemán de la Orden de San Agustín, fue a la iglesia de la ciudad de Wittemberg, y fijó en la puerta sus noventa y cinco tesis contra la venta de indulgencias. Estas garantizaban a la persona, según decían, el acceso inmediato al cielo al momento de morir. Lutero criticaba, en sus proposiciones, a la Iglesia católica, por realizar estas ventas, cuyo fin era reunir fondos con miras a la reconstrucción de la Basílica de San Pedro en Roma. El monje redactó sus consideraciones en latín, pues, al parecer, no tenía intención de causar un tumulto. No era un revolucionario. Más bien deseaba que sus camaradas de profesorado le expresasen su opinión. Pero, por desgracia, en aquellos días de reacción hacia las cuestiones religiosas, era casi imposible discutir estas materias sin causar en seguida un trastorno ideológico general. El tenor de sus 95 tesis era que bastaba arrepentirse por los pecados cometidos y acercarse a Dios por la fe en Jesucristo para alcanzar la salvación; que no hace falta penitencia, ni la intervención de bienes materiales o la compra de indulgencias a elevados precios para ser perdonado y redimido. Tal como se temía, aquellas ideas tuvieron severas consecuencias para Martín Lutero. Fue desterrado por Carlos V por ser un “hereje pusilánime”, y excomulgado por el Papa. Afortunadamente, el príncipe de Sajonia, Federico III el Sabio, lo protegió y le dio asilo en el castillo de Wartburg; además, le facilita medios para trabajar en la traducción de la Biblia del latín a un alemán comprensible para el pueblo común. Basado en las palabras de San Pablo a los Romanos: “El justo vivirá por la fe”, Lutero enseñaba que la salvación es un don exclusivo de Dios, dado por la gracia a través de Cristo y recibido solamente por la fe. Por eso, en defi nitiva, la Reforma fue una declaración de la supremacía de la Biblia sobre cualquier otra fuente de autoridad cristiana.