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¿Más o menos endeudamiento?

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Julio Ortega TousSanto Domingo

¿Cuál es la capacidad de endeudamiento de un país? ¿Existe un criterio general y universal que permita determinar “lo apropiado” y “lo imprudente” en la política de deuda en todos los países? Esta es una preocupación válida. Necesariamente tienen que existir criterios globales sobre el nivel de deuda que soporta la economía y las finanzas de un país. Los casos recientes de Grecia y España están ahí para acordárnoslos. Sin embargo, también debe establecerse una “elasticidad” de esos criterios, que tienen mucho que ver con las coyunturas económicas, sean internas o internacionales. No puede ser el mismo criterio de endeudamiento en un país con una fuerte presión fiscal, es decir, con un Estado que capte una parte considerable del ingreso nacional bajo la forma de impuestos. Las coyunturas internacionales e internas determinan la restricción de las autoridades gubernamentales. Un choque externo causado por fenómenos fuera de control interno puede afectar la política de deuda. Una crisis internacional que lleve a la recesión de los mercados internacionales, puede determinar una política de expansión del endeudamiento para estimular la economía interna. Un país con una economía grande y diversificada puede aprovechar más un instrumento de expansión del endeudamiento que un país con una economía pequeña y poco diversificada. Sin embargo, el choque externo, en este último caso puede ser más importante en flexibilizar o no la deuda pública y privada. Lo que queremos dejar establecido es que a pesar de existir criterios generales de “sostenibilidad de la deuda pública” y también privada, estos criterios deben ser enmarcados en las coyunturas y las características de la económica de cada país. Tomemos el ejemplo de nuestro país. Políticas apropiadas o irresponsables de endeudamiento han afectado la nación, de tal forma que puede decirse que existe “una psicosis nacional” respecto al endeudamiento público externo, y menos en relación al sector privado. La carrera alocada del gobierno de Lilís, que creó una gran deuda para la época de fines del siglo XIX, estuvo en los orígenes de la primera pérdida de soberanía de la nación en 1916. La intervención de las aduanas dominicanas por parte de los Estados Unidos mediante la Convención Domínico-americana de 1907, inició un proceso que se consolidó con la ocupación militar de 1916 a 1924, y la creación de las bases para un nuevo Estado que produjo la dictadura de Trujillo. Por eso, la generación de intelectuales y políticos de los años 1920 y 1930 en adelante mantuvo la psicosis colectiva que rechazaba casi radicalmente el endeudamiento externo. No es sino hasta el Tratado Trujillo-Hull de 1940/41 y el pago de la deuda externa consecuente, que el país puede recuperar el pleno control de su política fiscal (aduanas) y de su política monetaria, mediante la creación del Banco Central en 1947 y la emisión de la moneda nacional. Esa tradición consolidó posiciones radicales, como la del Presidente Joaquín Balaguer, que rechazaba casi de forma epidérmica el endeudamiento externo en muchas ocasiones causando un estrés mayor a las finanzas públicas para grandes obras de infraestructura. Por otra parte, la laxitud respecto al endeudamiento de administraciones como las que siguieron a la caída de la dictadura de Trujillo, entre 1961 y 1966, permitieron que se sentaran las bases para una intervención mayor de organismos internacionales y naciones poderosas en las decisiones de políticas nacionales. En 1978 la deuda pública dominicana que encontró la administración del gobierno del PRD de Antonio Guzmán, era de menos de US$1,000 millones. Cuatro años después con un festival de préstamos, en muchas ocasiones verdaderas estafas para cobros de comisiones, como un préstamo para equipo hospitalario (Hospitex) tomado a Francia cuyos equipos nunca fueron sacados de sus empaques hasta 1994, el país terminó con una deuda externa casi de US$3,000 millones. Los atrasos en cartas de crédito y cobranzas del Banco Central, que tenía un régimen de control de cambios, a agosto de 1982 era más de 600 días corrientes, lo que dio lugar a la deuda bancaria posterior. A pesar de que el siguiente gobierno del PRD fue menos irresponsable y tuvo que enfrentar el desastre financiero anterior, también se dieron casos inexplicables como el préstamo de empresas japonesas para construir una terminal de GLP en Azua que no hacía ningún sentido económico. Otro tanto sucedió con el último gobierno del PRD de Hipólito Mejía que tomó préstamos para lo fuera, sin transparencia, y que terminó quebrando el país. Sin embargo, tanto la gestión del Presidente Balaguer de 1986 a 1996, como el gobierno del Presidente Fernández de 1996 a 2000, redujeron la deuda externa en términos relativos al PIB como en términos absolutos. Lo mismo sucedió de 2004 a 2008, que la deuda total del sector público bajó de 54% del PIB a 31%. Sin embargo, el choque petrolero de 2007/2008 y la crisis financiera y económica internacional desde 2008, han hecho recomendable aumentar la flexibilidad de la deuda externa e interna para estimular el crecimiento y no permitir que la economía caiga en estancamiento y recesión abierta. Ese equilibrio es el que hay que preservar.

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