España unida gana
En el mundo futbolístico se dice “la final se gana no se juega”. En verdad, los 760 millones de televidentes alrededor del planeta, hubiesen querido presenciar, en la final de la copa del mundo de Sudáfrica, un partido lleno del colorido y buen fútbol como el practicado en la semifinal o “pequeña final” por Alemania y el combativo equipo de Uruguay. Justo es señalar, que en este exitoso campeonato del mundo la calidad del fútbol no exhibió sus más altos niveles en la primera ronda, como lo demostró la derrota sufrida por España frente a la selección de la Confederación Helvética (Suiza). Indudablemente, los resultados obtenidos por la furia roja, desde la conquista de la Eurocopa 2008, venciendo a Alemania, convirtieron a España, junto a Brasil y Argentina, en favoritos para ganar la copa de oro macizo que recibe el vencedor. El gol liberador de Andrés Iniesta, faltando 4 minutos para los 120 minutos de la duración normal del partido, más la prolongación, recompensó la entrega total de un núcleo de jugadores que resistieron, con la paciencia que no tuvo Felipe Melo, defensor brasileño, las envestidas físicas del onceno holandés. Por momentos los jugadores de la Madre Patria, que asfixiaron prácticamente al seleccionado de Alemania, imprimiéndole a ese partido de la semifinal un ritmo endemoniado, confrontaron dificultades evidentes en la media cancha en razón de que sus adversarios se acantonaron privilegiando la defensa y pensando en contragolpes milagrosos que le permitieran vencer la portería española defendida, nueva vez de manera magistral, por el portero del Real Madrid, Iker Casillas. La grandeza del entrenador Vicente del Bosque, sucesor aventajado de Luis Aragonés, estuvo en mantener un bajo perfil personal, y en desarrollar y fortalecer el espíritu de cuerpo o team work de los campeones del mundo. Se sabe que muchas veces resulta difícil mantener la unidad y la coherencia de una suma de individualidades que de manera particular constituyen cada una personalidades que rivalizan con el estrellato y la autosatisfacción. Naturalmente, algo que benefició de manera notable al equipo español fue que en su integración primaron jugadores del formidable, y uno de los mejores equipos del mundo, FC Barcelona. En efecto, Puyol, Piqué, Busquets, Xavi Hernández, a mi juicio el mejor jugador del mundial, Pedro, Iniesta, y el recién adquirido Villa, se constituyeron en la semilla dura y articulada de una planilla que contó, además, con jugadores de la jerarquía de Niño Torres, Fábregas, Sergio Ramos, Llorente, Capdevilla y Xavi Alonso, sin olvidar la magnífica impresión que nos causó el joven Navas, que me recordó por instantes la otrora velocidad y el oportunismo del antiguo icono del Real Madrid: Raúl. La considerable presencia de jugadores de un mismo equipo en las selecciones nacionales normalmente trae más ventajas que inconvenientes, recordamos la preeminencia de los jugadores de Saint-Etienne: Platini, Battiston, Rocheteau, Revelli, o de Bordeaux: Jean Tigana, Alain Giresse, entre otros, en la conformación de la representación francesa. De igual manera, la Roma y la Juventus en Italia, y el propio Bayern Munich, como en el mundial recién finalizado, en Alemania. Cuando se produjeron las eliminaciones de Italia, Francia, Gran Bretaña, Brasil y Argentina, señalé que todo esto favorecía a España, un equipo favorito sobre el cual pesaba el hándicap de no haber pasado nunca de cuartos de finales. Italia evidenció la necesidad de una renovación que asegure la sustitución efectiva de Paolo Maldini y Francesco Totti. Gran Bretaña y Francia, llenas de potencialidades, no encajaron con sus respectivos entrenadores, Fabio Capello, uno de los mejores pagados del mundo, y Raymond Domenech, para mí el menos idóneo de los directores técnicos de la selección francesa. En el caso de Brasil, la tozudez de Dunga, excluyendo de la selección a jugadores de la experiencia internacional del emperador Adriano y de Ronaldinho, así como la insuficiente condición física de Kaká, y un estilo de juego contra la naturaleza de los brasileños influyeron en el fracaso del favorito latinoamericano. En lo relativo a Argentina, apostaron demasiado a Messi, y en el último juego Maradona debió haber incorporado a Veron, a Palermo y a Milito. La victoria de España en su rica unidad diversa no hubiese sido posible sin la participación de todos, con mención especial para Casillas el portero de la suerte del Real Madrid y de España. Entiendo que el éxito mundialista cae como anillo al dedo a un estado abatido por la crisis económica y asechado por los peligros de la separación político-territorial de Cataluña. Nunca he entendido cómo pretenden Barcelona y otras demarcaciones catalanas separarse del reino de España. El Tribunal Constitucional español habló claro y bien sobre el estatuto de Cataluña, privilegiando la unidad del reino. España sin Barcelona no es España. Barcelona separada de España no será Barcelona. Con la unión se gana, con la separación, se pierde. ¡Viva España!