SONDEO
Cabos sueltos
Hasta cierto punto, sorprende que todavía el anunciado acuerdo electoral PRSC-PLD, la llamada “reunificación” reformista y el consiguiente paso del ingeniero Carlos Morales Troncoso a la dirección del partido colorao sigan con innúmeros cabos sueltos y rodeado de incógnitas y de tareas pendientes. Aun cuando colorados y morados necesitan ir aliados para preservar sus espacios a nivel del Congreso y de ayuntamientos, y entre sí los reformistas hacen más grande el bulto y están en mayor capacidad de negociar con el sector oficial, se advierte que hay muchas cosas, muchos detalles, que permanecen en el aire. Con todo y que en ambos casos las partes están compelidas, por la necesidad y la conveniencia, a entenderse o, por lo menos, buscar un “bajadero”, no hay dudas de que para que solución y acuerdos definitivos puedan darse por un hecho falta un gran trecho. Y pensar que con un PRD bien posicionado, el PLD no puede darse el lujo de perder o dejar pasar el tiempo sin definir las reglas de juego con el PRSC, y con los demás grupos aliados, a fín de emplearse a fondo en la campaña con miras a mantener las plazas que controlan e incluso agenciarse otras, como hay algunas posibilidades en la actual coyuntura de alianza “púrpura”, o sea, lo inverso de la “rosada” (PRD-PRSC), del 2006. Por supuesto, para resolver los “tranques” o situaciones abismales de por medio en las negociaciones entre la cúpula del sector colorao y el oficial, así como para despejar el camino en la parte que ha hecho tortuosa la llegada del Canciller Morales a la presidencia del PRSC, se precisaría de la intervención del presidente Leonel Fernández, quien por vías de un decreto o del liderazgo superior que encarna sería el único capaz de hacer de “apagafuego” o de soltador de amarres en los casos indicados. (También habría de jugar dicho papel en el caso de viejos aliados reformistas que no entraron en el juego de la “reunificación”, como Héctor, Alexandra y Modesto, y el de dirigentes del partido morado que en distintos lugares del país se sobreestiman y envalentonan, al punto de advertir que si le imponen un aliado, mandarían a votar (¿) por el contrario).