DOMINICANEANDO
“Vaina vieja” no es consuelo
Alzárnosle al Almirante. “Ensuciarle el agua” con la Reina. Engrillarlo. Deportarlo. Engañar a Caonabo. Quitarle el reino a Guarionex. “Joder” a Enriquillo. “Despescuezar a Lembá, Diego de Ocampo y Papa Montero. Declarar traidor al “Padre de la Patria”. Desterrarlo. “Sacarle los pies en la Restauración”. Hacerle lo mismo a otros próceres. Fusilar a María Trinidad Sánchez. Ejecutar a los Puello. Llevar al paredón a Duvergé y su hijo Alcides. Regalar la Saona. “Descocotar” a Manuel Mora, Matías de Vargas y Tomás De la Concha. Vender la patria, anexionarla. Cambiarla por pesos, marquesados y “pendejadas”. Pasar por las armas a Francisco del Rosario Sánchez y a los mártires del Cercado. “Descocotar” a José Contreras, a Perdomo, a Lora. “Fusilar” a “Pepillo”. “Descojonar” a Pimentel, al “Chivo”, a Pedro Guillermo, a Cesáreo y a Rodríguez Objío. Mantener a Monción y a Luperón en el exilio. Traerlos para morir. Tumbar a Jiménez, a Espaillat. Permitir que Buenaventura Báez fuera cinco veces Presidente. Intentar negociar a Samaná. Matar a Meme y a Mon Cáceres. Dejar que Báez y Lilís cogieran “cuartos prestados”. Firmar la “Convención Dominico-Americana”. Asesinar a los caudillos en Guayubín. Armar cien revoluciones. Matar a Virgilio Martínez Reina. Acabar con los Perozo. Ejecutar al capitán Marchena. Acabar con los panfletistas. Asesinar a las Mirabal. Asesinar los héroes en la “Hacienda María”. Dejar que Heureaux gobernara por más de veinte años. Trujillo por treinta y uno, y Balaguer por veinte dos. Tumbar a Bosch. Matar a Manolo. Eliminar a Amauri y a Caamaño. Malograr a Fernández Domínguez. Robarle las elecciones a Peña Gómez. El “jacho prendio” que se apaga. Ser más malo que el “gas morado”. El pacto, los acuerdos. Cantar como gallo y poner como gallina. Rugir y maullar. Parar la cola. Espantar la mula. Dejar el claro. La memoria, la pesadumbre, carga dura de conciencia que podría explicar en el “borrón y cuenta nueva” el porqué “somos como somos”. La “vaina” viene desde antaño en una sucesión de embustes sacramentales. Lo que “se hereda no se pega”. “La Virgen se aparece en el cerro para salvar a los españoles de la indefensión de los indios”. Ojeda mata y viola “conquistando”. Esquivel cristianiza arrasando. “Las hormigas se comen la ciudad”. Amarramos los perros con longaniza. Ahorcar a Anacaona en la “Plaza Mayor” después del genocidio de Jaragua. Ovando construye mientras destruye una raza. El “pendejo” de Osorio nos niega el mar. Envenenan. Conspiran, traicionan. Abandonan. Un arzobispo de apellido Navarrete se va para Curazao y dice que no vuelve a la isla ni amarrado, porque esto “no lo aguanta nadie”. Tormentas, ciclones, pestes y terremotos recurrentes. Los corsarios y los “barcos grises” “puteando” el horizonte. El situado, situándonos “del otro lado” de una esperanza vieja, que se replica en las “remesas”. Los zoquetes buscando botijuelas, empollando “huevos de lechuza”, otros escarbando, para ver donde dejaron su “mierda enterrada los piratas”. Todos esperando lo que traerá el barco. Mientras inventamos el cuento de “Juan Bobo y Pedro Animal” “para hacernos “más pendejos de la cuenta”. La epopeya del brigadier nos trajo la “España Boba”. La “Independencia Efímera” a los haitianos. Estos podrían ser los antecedentes de nuestra vocación al desastre, aunque hay muchas otras cosas más grimosas, innombrables, execrables. Memorias del absurdo. Fallas de origen. Sumario que nos recapitula. Nos abrevia de forma peligrosa entre “disparates y caballadas”. A “fundazos” hemos construido lo que somos. Con un heroísmo que parece ser el único recurso. Faltas irredentas de una dominicanidad que no encuentra su síntesis. Porque no nos gusta llamar las cosas por sus nombres, nos encantan los apodos y los motes. Estamos “requete jodidos”. Somos demasiado tolerantes con nosotros mismos. “Estamos bien acostumbrados”. El problema de la luz tiene cuarenta y ocho años. Ningún gobierno lo soluciona. El sistema de salud no funciona. La educación es una “sica”. Abandonamos el campo. No se produce ni un “carajo”. La inseguridad ciudadana va en aumento. El narcotráfico campea a sus anchas. La corrupción no “para”. Todo el mundo hace lo que le da la gana. Asistimos desempleados a la pérdida de empleo. Los funcionarios no funcionan. La gente no tiene agua potable. No hay calle ni carretera que sirva. El Estado no regula. El tránsito está insoportable. Estamos llenos de haitianos ilegales. Acabamos con los recursos naturales. La violencia contra la mujer que no se para. Los impuestos que se comen la paciencia de la población. El costo de la vida que no se aguanta. El nepotismo. La nominilla. El barrilito. El cilindrito. “El joyo sin fondo”. “El pagar o matar”. El espérate ahí, no te me vayas. El ven mañana. El vengo ahorita. Las elecciones que no garantizan el cambio. La hecatombe que sigue. Los partidos que no cogen cabeza. “La gente que no tiene para donde coger. La esperanza que se la comió un burro. El pueblo rumiando viejas mentiras y embustes sin ser rumiante. “Vaina vieja no es consuelo”. ¡Hay que volver a Capotillo!