EN PLURAL
Analfabetismo y pobreza: el combate común
Leí la noticia en este mismo diario, el miércoles 10 de la semana que pasa. El Listín entra de lleno a trabajar para disminuir el analfabetismo en nuestro país. Me sentí orgullosa de mi periódico. No soy apellido Báez Romano, pero tengo acciones espirituales en El Listín y me uno En Plural para felicitarlo y felicitarme por esta acción de ciudadanía solidaria, que espero nos contagie a los que trabajan y los que colaboramos en el periódico con lo que el inolvidable don Gustavo Tavárez calificaba como “obsesión” que debía ser de todos: la educación. Cumplo con mi cuota de responsabilidades a menudo en esta columna, porque soy maestra y política; ahora me motiva y me impulsa aun más este gran “En Plural” de El Listín dando ejemplo de su preocupación por el analfabetismo y su decisión de combatirlo. Para hablar de analfabetismo, por cierto, es bueno recordarlo, hay que partir de lo que adelantaban desde mediados del siglo pasado, Unesco y Crefal: el analfabetismo es un problema social originado por múltiples situaciones deficientes de vida, asimismo, es conservador de esas deficiencias. Círculo perverso que prolonga la pobreza con la ignorancia, y repite la ignorancia en la pobreza, el analfabetismo no es una simple hierba mala que puede arrancarse fácilmente; tiene raíces profundas en los campos de lo económico, lo social y lo cultural. No es solo la falta de escuelas, y hay un gran déficit de ellas en nuestro país. Es repito, un problema, facetado por la miseria, el abandono, la marginación, la exclusión y la desesperanza que caracterizan nuestras sociedades subdesarrolladas. Donde la vida es difícil, el sustento escaso, la vivienda paupérrima, escasas las aspiraciones y siempre cortoplacistas, el analfabetismo es parte inseparable de una tragedia cotidiana que estrecha el horizonte del pensamiento. Porque es difícil separar las causas y los efectos en esta situación compleja y buscar cuál fue primero, cuál factor determina al otro, si es la miseria o la ignorancia la que hay que enfrentar o combatir previamente, el analfabetismo no puede ser tratado como tema aislado, ni solo pedagógicamente. Debe ser atacado en su conjunto, con políticas públicas integradas en las que participen el Estado y sectores organizados de la sociedad civil, en un pacto social consciente. Despertar esa conciencia y esa voluntad participativa, proactiva y generosa es responsabilidad primaria del Estado, como ente promotor de políticas y programas. Responder a la llamada, compartiendo el diseño y la ejecución de planes novedosos que abarquen como pinzas salvadoras acciones contra la pobreza material de los dominicanos y contra su correlato que es el analfabetismo, toca a los sectores sociales que tienen poder, sobre todo obligación ética de hacerlo. Decretar “jornadas de alfabetización” sirve como motivación para que la sociedad asuma su cuota de compromiso. Pero esas jornadas volátiles, se agotarán sin grandes resultados, sino van empotradas en un Plan de Acción, a corto, mediano y largo plazo, tanto del sistema educativo como de disminución de la pobreza. No será fácil. Primeramente habrá que destruir mitos, abrir los ojos a quienes pretenden o creen ¿ingenuamente? que alfabetizar y educar adultos consiste en enseñarles a escribir su nombre en letras de cajón, a leer en una pizarrita de mano el lema de nuestro escudo, y a aprender rudimentariamente alguna tabla de multiplicar, que no pase de la del 5. No necesitan más para seguir siendo pobres, dirán algunos hijos de... Lo peor es que tienen razón. Eso solo sirve para tranquilizar conciencias, y maquillar las cifras del analfabetismo en un país donde desde 1985 no se hace un censo específico de analfabetos. Para los sujetos “alfabetizados” de esa manera facilona y “light” las letras y números escasos aprendidos, aislados del soporte de un plan integral y sostenido, serán en breve retazos inorgánicos que se irán olvidando; no les sirven para nada, no han producido ningún cambio en sus míseras vidas. Entonces, viene la nueva, vieja ola del analfabetismo por desuso. No es fácil, tampoco, resumir preocupaciones, experiencias, consejos sobre el analfabetismo, las 800 palabras impuestas no lo permiten. Pero sí alcanza En Plural para convertirse como siempre en espacio propicio para el reclamo que incluye la esperanza perenne, de que las políticas públicas ocupen en este país el lugar de las prebendas, las botellas y los “barrilitos”. Dentro de esas políticas públicas, como eje transversal que las atraviesa y nutre, estaría el combate contra la pobreza, con medidas que trascienden el clientelismo. Ahí aparecerá, entonces efectivo, un Plan, no una jornada, de alfabetización, o mejor dicho de Educación permanente de jóvenes y adultos. El Listín, por supuesto, y yo, si estoy viva, participaremos en ese rescate del derecho humano que por siglos hemos negado a nuestra gente pobre; “leer su realidad, escribir su historia” como quiere Freire que sea el gran objetivo de la educación de adultos.