EN LA RUTA
Balaguer
Un día como hoy hace 103 años nació en Navarrete, Santiago, Joaquín Balaguer Ricardo, uno de los iconos de la historia política dominicana. Abogado, educador, escritor, poeta y diplomático, ocupó en siete oportunidades la presidencia de la República (1960-1962, 1966-1978, 1986-1996). Enigmático, sigiloso, imperturbable, amado y odiado, Balaguer fue hasta el momento de su muerte, acaecida el 14 de julio del 2002 a los 95 años, un eje de gravitación sociopolítico en el país. Una especie de oráculo donde, ya sea dentro o fuera del Poder, había que necesariamente acudir o recurrir. A él le tocó sortear la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo a la que sirvió como funcionario, vicepresidente y presidente táctico en 1960, así como el post trujillismo luego del ajusticiamiento al tirano en 1961. Entre cosas muy buenas y cosas muy malas, la vida del doctor Balaguer es digna de estudio. Su capacidad para manejar situaciones, olfatear las conveniencias, de encantar o neutralizar a sus contrarios y su paciencia, le generó el bien definido mote de animal político. Certificado como caudillo, su enjundia académica, altitud oratoria y su malicia zorruna eran adecuadamente utilizadas o combinadas según lo demandaran las circunstancias. Sus cercanos, que eran pocos, lo definen una persona extraña -como todos los genios- pero metódico y trabajador. Su forma de administrar el gobierno consistía en reducir todos los gastos corrientes mediante políticas de austeridad que permitieran acumular fondos para la inversión pública pero también rociar, mediante el “boroneo” y la “botellita”, a la maquinaria clientelar. Pese a que se conoce, el accionar político de Joaquín Balaguer habrá de ser adecuadamente medido quizás al paso de otra generación, que exenta de las pasiones y hasta de la presencia física de algunos protagonistas directos, pueda analizar mejor los hechos a la luz de las situaciones y circunstancias. Y como todos los después de su muerte, este onomástico le llega a los reformistas-balagueristas divididos, dispersos y desconfiados; intentando cada grupo construir una mayoría, que en los hechos lo único que ha conseguido es hacerlos minoría.