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Por qué caen los imperios

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Fray Junípero CasablancaSanto Domingo

Observo a Italia, cuna de una civilización, donde en su momento, la gloria del poder político y de la riqueza le perteneció de una manera indiscutible a la Roma de hace 2000 años. Las edificaciones en mármol con las representaciones clásicas de un período de la historia cuando el expansionismo de la cultura romana los llevó a conquistar a todo el mundo conocido desde España hasta Corintio. La lengua latina era el idioma dominante, la moneda era el dinar, la religión era basada en el dominio de dioses como Rómulo y Remo quienes se alimentaron de una mítica loba y donde Hércules encontró a los descendientes de Atenas. Allí en Roma nace un gran imperio que primero establece a través de Vespasiano, una gran ciudad, luego una gran nación, y luego ese imperio se extendió por toda la tierra hasta que sucumbió al ataque despiadado de las tribus bárbaras que rehusaron ser sometidas a su dominio y a sus impuestos. Ahora los monumentos de Roma, su coliseo, su plaza española, su palatino, sus mausoleos, palacios, e iglesias no son más que expresiones arquitectónicas de lo que fue ese poderío. ¿Pero qué le pasó a Roma? Será que lo mismo le puede estar pasando al imperio actual. Busco en la historia evidencia que confirme estas similitudes. Estudio a Platón quien explica en su obra maestra “La República” los conceptos básicos de una democracia donde los gobernantes se escogen de acuerdo a la opinión del pueblo votante, pero de un pueblo que solamente puede votar cuando es terrateniente. Allí nace la primera gran enfermedad de los imperios y es que la distribución de las riquezas no es equitativa. ¿Cuántas veces no se ha confirmado este patrón de iniquidad? ¿Acaso los incas repartían su poder o riquezas entre los ciudadanos comunes? Claro que no, y los aztecas y egipcios menos. El poder era algo exclusivo de una estirpe privilegiada que en algunos casos se pensaba descendiente de los mismos dioses. En República Dominicana estos semidioses tienen nombres y apellidos de alcurnia. Nuestra madre España descubrió a América, la conquistó, colonizó y evangelizó. La cultura española fue clonada y reproducida en más de 25 naciones que hoy forman la Hispanoamérica. En la clonación heredamos nuestra cultura, nuestra alegría de la vida, nuestra hospitalidad y nuestra forma de comer. Pero también heredamos la cultura del virreinato. Eran virreyes los que se levantaban en las nuevas colonias y establecían centros de poder político que respondían a la madre España. Luchamos escarnecidamente para liberarnos del dominio extranjero. En muchos casos fue contra España, en otros casos la liberación fue de Francia, de Inglaterra, o recientemente de Norteamérica. Pero logramos la liberación gracias al liderazgo de grandes figuras de nuestra historia hispanoamericana, como lo fueron Simón Bolívar, José Martí, San Martín, y en nuestra tierra, Juan Pablo Duarte. Pero lamentablemente, el triunfo de estos mártires de la historia era seguido por las traiciones y la lucha de intereses que finalmente daban al traste con el sacrificio personal de estos grandes de nuestra historia. Los virreyes siguen en el poder en Latinoamérica. Los mismos apellidos se repiten en el poder algunas veces con diferencia de tres o cuatro generaciones (e.g. Calderón en Costa Rica, Batlle en Uruguay, Cabral y Baéz en República Dominicana, Duvalier en Haití). Esto nos hace pensar que el poder se queda en las manos de las mismas familias y que el orden de los virreinatos y caudillos es para nosotros una forma de vida. E aquí la segunda causa de la caída de los imperios, y es que las luchas intestinas por el poder y por la riqueza finalmente se convierten en la semilla de la destrucción. Así las grandes familias de Roma se disputaban los puestos del Senado y las mejores posiciones de poder en el ejército y en la vida pública. El resultado es ampliamente conocido: escenas de traición, de odio, de envidias, luchas por propiedades, vejaciones, calumnias, e intrigas, todo por alcanzar la cima del poder llevando al traste la maquinaria organizativa de un gran imperio. Hoy vivimos un ejemplo fehaciente de lo que es la corrupción en el mundo de las finanzas. Así las más grandes empresas de la economía norteamericana se ven avasalladas por el insaciable apetito de unos pocos como Madoff o como Stanford, que pensaron primero en acumular una riqueza personal de miles de millones de dólares a expensas de todo un sistema económico con impacto desastroso para la humanidad. Ahora nos tocan las secuelas de esa montaña hecha de cascarones de huevos como lo fue el engaño espectacular en el mercado de los bienes raíces respaldadas por todo un sistema de banqueros corruptos que doblegaron la economía del mundo entero. El deterioro de los imperios es inevitable. Uno tras otro cae ante la descomposición social interna. Se pierde la mística misma del imperio y de porqué se fundó y se sustituye por una competencia por la supervivencia del ciudadano. El que vive cerca del emperador se nutre de la fuente inagotable de riqueza que le produce esta relación, pero el que vive distante al emperador padece tristemente ya que pasa al plano de los olvidados. En nuestra débil democracia, el ciclo de los olvidados tiene apenas cuatro años ya que los emperadores se acuerdan de los súbditos solamente cuando vienen las elecciones y esto se ha convertido en un patrón de profecía recurrente donde se elige al presidente quien promete villas y castillos solamente para olvidarse de su base mientras el anillo de poder se nutre cuan hambrienta jauría. Cuatro años después, el emperador y su jauría de turno vuelven a necesitar de las bases y así se repite la historia hasta la eternidad o hasta que una Suprema Corte de Justicia y un Senado como el de Honduras se deciden a decir: “Basta Ya!” Es que basta ya de tomarles el pelo a los ciudadanos con maniobras de poder que sorprenden a los más sensatos. ¿Cuantos ejemplos de nepotismo se necesitan para que los organismos de lucha contra la corrupción hagan algo? Cuando es que se va a tomar en serio el orden y la ley. Celebramos con orgullo la inteligencia de Bosch y sus sinceros deseos de crear una mejor patria. Sin embargo, el perro guardián está encadenado y los gatos andan sueltos. Esta es la tercera causa por la que caen los imperios y es que desaparece el orden y el imperio de la ley ante la depredación sin límite de la corrupción y el desorden. ¿Si en Roma, un ejército bárbaro como el de Annibale, fue capaz de someter a un imperio, qué le puede esperar a un paisito como el nuestro? O es que nos vamos a quedar como Nerón tocando la lira mientras Roma arde en las llamas del fuego.

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