El pedido del CDP
El Colegio Dominicano de Periodistas, después de 36 años del asesinato de Gregorio García Castro, acaba de solicitar a la Suprema Corte de Justicia, junto al hijo del comunicador, la anulacion de la vergonzosa sentencia que se emitió en el año 2000 y que dió por cerrado el cobarde crimen. García Castro fue una de las tantas víctimas políticas de los Doce Años de Balaguer. Periodista aguerrido, mantenía la columna En Un Tris en el periódico Última Hora, del que era Director, en la que denunciaba con excepcional valentía, las persecuciones políticas, los desafueros policiales, el terrorismo de La Banda, las constantes violaciones de los derechos humanos. Goyito García Castro y Orlando Martínez, representaban la juventud sana y pensante de la época; eran los voceros de los más puros ideales nacionales; de los que soñábamos con un régimen de derecho en el que prevaleciera la justicia, en el que reinara la igualdad y el respeto para todos; eran la voz de los que, en aquel tiempo, no teníamos voz. Ambos cayeron por ser veraces, por ser valientes, por practicar un periodismo responsable y sin concesiones que en la actualidad casi ha sucumbido ante el poder del dinero. Treinta y seis años tenía García Castro cuando fue abatido por los “incontrolables de la época”, el mismo tiempo que la impunidad ha prevalecido sobre el hecho. Por eso, reconforta este pedido del Colegio de Periodistas y del Ing. Enrique García Frómeta, para que se anule aquella sentencia; es una forma de reivindicar, aunque sea en parte, la indignación por ese episodio que el paso de los años no ha podido atenuar. Recordemos la frase de Anatole France: “Los necios imaginan que porque el fallo de una maldad demora, no existe en el mundo una verdadera justicia sino una justicia accidental. El castigo contra una maldad puede demorar un día, un año, un siglo, pero es tan seguro como la vida misma, como la muerte”. El primer paso se ha dado y aunque es imposible resarcir aquella pérdida que causó la cobardía, la Suprema Corte tiene en la mano la posibilidad de demostrar que no todo se ha perdido, que la aplicación de justicia no es en el país una utopía y que no es tarde para condenar a los culpables del crimen de Goyito porque existen sobradas pruebas de que la impunidad quiere callarlo pero que, ante todo, está la firme voluntad de imponer el condigno castigo.