Gobierno desactiva protesta social
Desde la frontera hasta Cabo Engaño se agitaba con intensidad el fuego social que reclamaba reivindicaciones elementales para el mejor desenvolvimiento de la vida en comunidades muy carenciadas. El asunto es que ese desencadenamiento de reclamos y protestas estaba precedido por acciones irresponsables de segmentos del gobierno que se habían adjudicado sueldos que resultan desafiante para la crujía que atraviesa la mayoría de la sociedad. El pueblo parece haber razonado que si legisladores y regidores podían asignarse sueldos cuyos montos resultan indignantes y provocadores para la pobreza que atraviesa el pueblo, ese pueblo tenía la libertad de hacer saber cuál es su posición. Y la gente común sólo tiene dos maneras de expresar sus sentimientos: con la adhesión o con la protesta. Y obviamente la indignación tomó las típicas características sociales que hicieron temer -quizás hipócritamente- que se estaba conspirando para hacer estallar una especie de tsunami social, o explosión de masas, en el país. Se citó incluso la poblada de 1984 cuando la gente pobre de la ciudad se levantó desafiando y superando a la Policía en protesta por los aumentos de los pecios de los artículos de primera necesidad. No era tal y eso ha quedado palmariamente demostrado. Lo que sí había era politiquería de partidos y dirigentes de esas organizaciones que se montaron alegremente en el carro difuso de lo que parecía popular en este momento. Popular, pero probablemente peligroso para los mismos políticos que las aupaban. Entre estos había dirigentes del (PRD) que expresaron su solidaridad con esos movimientos sociales que estremecieron a Salcedo, Bonao, San Juan de la Maguana, los barrios más populares de Santiago y comunidades próximas como San José de las Matas; así como La Romana e Higüey. No creo que se tratara de una conspiración perredeísta para desestabilizar el sistema político que se ha dado el país en este momento. No creo que ningún político dominicano esté en el ánimo, o se atreva, a pensar siquiera tamaña estupidez. Pero se debe comprender que es bonito y hasta divertido pisarle un callo al gobierno y molestar de alguna manera a funcionarios que lucen más arrogantes hacia fuera de lo que realmente son hacia adentro. Y de ahí no pasa, parecería una cuestión infantil de diversión. Veteranos periodistas advirtieron al gobierno que utilizara la vieja monserga de que “arrime su oído al corazón del pueblo”. El gobierno lo ha hecho y se ha dado cuenta que no estaba tan lejos de lo que siente la nación hacia un régimen que apenas hace ocho meses lo votó mayoritariamente con un 54% de los sufragios emitidos. ¿Qué políticas tan malas habría implementado este gobierno que justifique una especie de tsunami social?. La pregunta es pertinente porque todo el que vive en este país sabe que el gobierno ha tenido buen desempeño aunque se haya descuidado en algunas decisiones menores como mantener las rutas de la región del turismo en buenas condiciones y en cumplir demandas que ya se le habían consensuado desde el periodo electoral. Y ahí está... se reunió el gabinete social, se acercaron los funcionarios a los grupos populares e “ipso facto” se desactivó Bonao, Romana e Higüey... ¿Era difícil hacer eso? No. Como tampoco lo fue encender la escena con términos denigrantes de ambos lados. En definitiva es clarísimo que el PRD no está interesado en que aparezca un coronel que se case con la gloria en un país en donde hay casi 400 generales. Y menor aún después de la experiencia de Chávez porque vendría para quedarse y, como allá, todos terminarían perdiéndolo todo. Pero al menos fue divertida la divergencia. Es parte de la democracia. El incidente ha servido para hacernos ver que el “clientelismo y el oportunismo” deberíamos convertirlos en amargas y opacas reliquias de nuestro oscuro pasado político y pensar mejor como Obama: Change... caray.