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Imprescindible coherencia en la diplomacia

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Manuel Morales LamaSanto Domingo

La supervivencia de las embajadas en medio de las transformaciones globales podría explicarse por el carácter esencialmente versátil de la diplomacia profesional debidamente organizada, -sostiene C. de Icasa-, en cuanto que es la única institución capaz de garantizar en el exterior la representación permanente del Estado y la continuidad en la atención de sus intereses. No obstante, la compleja agenda del nuevo milenio exige una cuidadosa ponderación de las cualidades que un Estado debe imprimir a su actividad diplomática. A lo que el autor añade: “Una diplomacia eficaz requiere metas claras y precisas, partiendo, naturalmente, de una adecuada percepción del contexto internacional actual. En función de que la proyección internacional de un país suele corresponder a la calidad de su diplomacia, el fortalecimiento y profesionalización de los cuadros del Servicio Exterior (y de la Cancillería) son asuntos de interés nacional”. En el mismo contexto es justo reconocer, en lo que respecta a la República Dominicana, que en lo concerniente a la denominada diplomacia directa, en la Cumbre, o personal del Jefe de Estado, esta nación está viviendo uno de los mejores momentos de su historia, dadas las magistrales ejecutorias de su Mandatario, el Dr. Leonel Fernández en ese ámbito, que le han merecido el reconocimiento tanto internacional como de su propio país. En ese sentido, cabe recordarse que la responsabilidad que asume el diplomático de hoy como representante del Estado, exige en adición a contar con las correspondientes cualificaciones humanas y profesionales, y la clara convicción de la lealtad que le merece el Estado que representa, la fiel observancia de principios, normas y procedimientos que dan la consistencia debida a las acciones (gestiones y negociaciones) inherentes a sus funciones, a partir de las cuales se superarán diferencias, se consolidarán afinidades, se fomentará y se desarrollará la cooperación, e igualmente se canalizará la inversión extranjera hacia su país, se promoverá el comercio, el turismo y las diversas gestiones y acciones de intercambio, que incluyen el campo educacional y la transferencia tecnológica. Asimismo, se difundirán los valores, el arte y la cultura nacional. Naturalmente, en este ejercicio debe tenerse siempre presente la ineludible responsabilidad de salvaguardar, proteger, y promover el prestigio y los intereses del país que se representa. En el orden práctico, como el autor recibió decenas de mensajes electrónicos, en la dirección facilitada por este diario, solicitándose en los mismos determinadas precisiones sobre los casos citados en el anterior artículo del autor, publicado el pasado 13 de Marzo, los cuales han sido respondidos como corresponde. Asimismo, en función de tales solicitudes, conforme lo registran “Compiladores de Historias y Casos Recientes” (en este ámbito), esta vez se podría puntualizar sobre aspectos señalados en el referido artículo. En lo que respecta al caso tratado en el mismo, consistente en destinar al Servicio Exterior, de parte de ciertas naciones, a personas que cuentan “en su trayectoria de vida”, entre otras objetivamente documentadas inconductas, parte de ellas señaladas pormenorizadamente en el citado artículo, y en adición a eso, con antecedentes de haber sido detenido con constancias en datos de carácter electrónico de público acceso (www.ussearch.com), por sendos delitos graves (fraude y “theft”). En tal sentido, es obvio que éstas no pueden ser características adecuadas para la representación de ningún Estado, conforme a los principios y normas de convivencia internacional. Al respecto, cabe señalar que otros casos y asuntos vinculados o conexos con el tema, serán tratados más ampliamente en trabajos de investigación posteriores. Retomando los aspectos técnicos de este trabajo, es oportuno recordar en igual dirección, que en el escenario internacional actual, la coherencia de la diplomacia constituye un principio esencial debido a la cantidad, diversidad, y complejidad de los asuntos asumidos por el Estado contemporáneo en este ámbito. Es evidente que hoy se trabaja en un nuevo escenario que reclama una visión multidisciplinaria frente a los desafíos contemporáneos, donde los problemas de coordinación y estrategia exigen más que nunca, una diplomacia sustentada en consensos internos, partiendo naturalmente, de una clara visión del contexto internacional actual. De igual manera, las tareas de seguimiento y coordinación institucional presionan sin cesar las agendas de las Embajadas, de manejarse éstas profesionalmente, debido a la complejidad e importancia que han ido adquiriendo las acciones diplomáticas, incluyendo las funciones habituales de la Misión, tales como: La negociación, la observación e información, la protección de los intereses y los nacionales del país en el exterior, y la propia representación. Téngase presente, finalmente, que el diplomático de hoy, en función de la representación que ostenta, muy por encima de otros compromisos contraídos de diversa índole y carácter, que corresponden a otras consideraciones, debe ganarse apropiadamente la reputación de lealtad al propio país, e igualmente de persona de bien, y sobre todo de honestidad -afirma A. Pasantes García-, como carta de recomendación para ser creído en lo que afirma, y ser respetado y considerado, lo cual suele resultar imprescindible para el eficaz ejercicio de sus fundamentales responsabilidades.

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