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Cosas del hombre dominicano

Más que la rotura formal de una relación amorosa, a la mujer ofende el que su compañero se le vaya “deslizando” de manera lenta y progresiva, hasta llegar al punto de un rompimiento tácito, sin que haya mediado el planteamiento de las razones O, simplemente, la exposición llana de su decisión de concluir la relación. Los hombres dominicanos, he visto, preferimos lo primero a lo segundo. Cuando nos hemos cansado de la pareja, en vez de inyectarle reconstituyentes a la relación y tratar de reinventarla, buscamos la comodidad de la irresponsable ruta donde se comienza por voltear la cara y caminar de espaldas, culminando en desaparecer, dejando al tiempo la responsabilidad de desmoronar lo construido. ¿Por qué, si somos tan hábiles para armar los argumentos que a la mujer convencieron de transitar con nosotros el camino del amor, invirtiendo tiempo y actos de encantamiento múltiples, cenas, bailes, regalos, etc., no tenemos la valentía de sentarnos, mirándole a la cara y decirle que se ha perdido el amor, o se ha encontrado algo mejor, o que uno se equivocó al creer que con ella encontraría la felicidad, ó cual sea la razón? Esto, que ocurre tan frecuentemente entre parejas, también lo vemos en relaciones de negocios. Se hacen cabildeos, se celebran encuentros, almuerzos, etc., que culminan en acuerdos comerciales llenos de sonrisas y algarabías por ambas partes. De momento, al dueño de una de las empresas se le ocurre favorecer a otro suplidor, por razones de conveniencia o de faldas y, en vez de enfrentar a su asociado, comienza a alejarse de él, no le contesta llamadas ni correos electrónicos y, sorpresivamente, este último se encuentra con la sorpresa de que otro está haciendo el trabajo que antes hacía. Lo increíble es que, según las experiencias que hemos recogido, en el caso de la relación de pareja esta insensatez ocurre muchas veces con hombres de extrovertida comunicación y, en los negocios, en hombres de reconocida verticalidad en su exitosa trayectoria empresarial y, supuestamente, revestidos de intachable responsabilidad. Hace falta un estudio psicológico que nos diga por qué los hombres dominicanos somos tan valientes y diligentes para unas cosas y tan cobardes para simplezas como la de decir, frente a frente, que ¡Ya basta!

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