Preservemos nuestro patrimonio histórico
Entendiendo que nuestra morada, el hogar, va adquiriendo un sello personal a través del tiempo, así también, la arquitectura y los espacios de un país reflejan el toque distintivo de una época: sus ciudades, sus calles, sus monumentos son su cultura. Sus paredes puertas y ventanas encierran parte de nuestro legado histórico, la irreversible esencia de nuestros orígenes. Cualquiera esquina pudo ser humedecida por una lágrima, una gota de sudor, o de la sangre vertida en tiempos de guerra. Allí se conjugan los más profundos sentimientos de sus ocupantes, los recuerdos de su pensamiento, la remembranza de un primer beso, la alegría de una sonrisa, el dolor de unas palabras hirientes; en fin, las marcas de una existencia. El turismo histórico ha representado la columna del desarrollado económico en un considerable número de países, en los cuales se concede justo valor a la historia, la cultura, y por ello se preservan, con eficacia, las edificaciones antiguas. Los excursionistas deseosos de escapar de las banalidades del diario vivir, se adentran en la historia de los países y ciudades elegidas para su visita y con ello llegan a conocer mejor la cultura del lugar de destino. Si una cosa he aprendido durante mis largos años de exilio voluntario en Europa y el mundo, es a valorar y disfrutar del espléndido panorama histórico que sugiere un monumento, una iglesia o alguna casa milenaria. Estos objetos inanimados cobran vida ante mis ojos al recordar con su historia, épocas llenas de gloria o sufrimiento. Cuando camino por esas calles de un remoto ayer y leo una placa que dice: aquí nació, vivió, trabajó y murió, determinado personaje, es como si me introdujese en aquellos tiempos. Es parte esencial de lo que llamo cátedras de historia, geografía y cultura. Reconocida su insustituible importancia, con el consenso de los actores políticos del momento, se hace de provecho público el censar, al día de hoy, en toda nuestra geografía, las zonas, cementerios, plazas, casas o monumentos que sean consideradas representación especial de lo que fuimos. Precisa, también, que se adopten las medidas pertinentes para lograr su restauración, utilización, y conservación. Estas estructuras podrían por su valor histórico ser objeto de exhibición y docencia y así canalizar recursos financieros por razón de visitas programadas. Reflexiono sobre la necesidad de que se conforme una Fundación ó Patronato que organice, aproveche y supervise el necesario mantenimiento de estas obras irrepetibles. Por ello, al ver las fotos de los inmuebles del ayer, de aquellos poblados y ciudades, con sus plazas, iglesias, monumentos, casas de madera y zinc relucientes, hoy chapuzadas por el tiempo y abandono; desteñidas y decayendo siento una conmovedora palpitación. Nuestros representantes están en el deber de hacer lo imposible para devolver la magnificencia de antaño a esas obras históricas, a aquellas pintorescas estructuras que forman parte medular de lo que fuimos, cimiento firme de lo que habremos de ser. Sin prisas pero sin pausas... llegaremos.