ORLANDO DICE
La intolerancia, los extranjeros ilegales y las memorias
Intolerancia El rector de la UASD, Franklyn García Fermín, se emocionó más de la cuenta en su discurso de motivación del honoris causa a Ricardo Lagos. Se le olvidó que tenía a dos ex presidentes como invitados, y que no debía enaltecer uno a costa de avergonzar al otro. Destacó la nobleza del chileno, que a pesar de terminar su período con un setenta por ciento de aprobación, decidió retornar a la vida privada, contrario a otros gobernantes latinoamericanos que quieren seguir por encima de la voluntad de sus pueblos. Sin darse cuenta mencionó “la soga en casa del ahorcado”. Ahí estaba Hipólito Mejía, quien era el anfitrión de Lagos. Mejía se la dejó pasar, y tal vez no advirtió el riflazo del “Magnifico”, pero no así sus seguidores de intimidad. Pastora Méndez, por ejemplo. Después que terminaron los discursos y los brindis, encaró a García Fermín y le hizo ver lo improcedente de su alusión: Mejía buscó la reelección, por lo que entendió que su crítica fue abierta y dirigida. La ex Tesorera Nacional es una mujer mansa y de afectos, pero quien toca a su líder la encuentra de frente. No es la primera vez que actúa de esa manera. Hay que recordar su otro acto de audacia personal o política, cuando le quitó las gafas al párroco de Gurabo que se atrevió a censurar al entonces mandatario Mejía en su presencia. García Fermín, que es un hombre de academia, aprendió la semana pasada lo que es la intolerancia. Con razón fue a enfriarse a Nueva York… Señales Las autoridades anunciaron que recogerán los datos de todos los que residen en territorio dominicano, incluyendo los ilegales. Y aunque la medida no fue explicada suficientemente, ni en cuanto al propósito, y mucho menos a sus posibles resultados, los promotores de la causa haitiana la interpretaron y saludaron con beneplácito. Entendieron que a va a su favor, y que como consecuencia de ese trabajo, todos los empadronados serán dotados de papeles. Si abren una brecha, por ahí se van todos, y con el documento se hacen de un estatus. Sin embargo, los encargados de esa tarea deben atender bien sus cartones, pues si se descuidan, se les pasan las fichas. Por ejemplo, a finales de mes se realizará un seminario patrocinado por Amnistía Internacional, y entre los invitados se cuentan mujeres que se han dedicado en los últimos años a defender los derechos humanos, como es el caso de Sonia Pierre, quien incluso ha sido galardonada en el exterior. La intención es clara: producir una especie de manifiesto desde la propia ciudad de Santo Domingo condenando la “discriminación” contra los haitianos que viven aquí y la condición de “apátridas” de sus hijos nacidos en República Dominicana. No quiero ser más inteligente de la cuenta, pero las denuncias que distribuye EFE sobre los temores de Carlos Agramonte, la “nota de prensa” (de siete páginas) de Christopher Hartley, publicada en Spacinsular, y la protesta realizada por un grupo de jóvenes haitianos en el Parque Independencia el pasado fin de semana, forman parte de los preparativos de la reunión de Amnistía Internacional… Memorias El presidente Leonel Fernández de seguró que publicará sus memorias, pues no hay dudas de que le seduce el estilo norteamericano de hacer política. George W. Bush firmó la semana pasada un contrato para escribir sobre sus experiencias de ocho años en la Casa Blanca. El problema es saber cuándo el actual jefe de Estado lo hará, pues entre propios y extraños se aprecia que “hay Leonel Fernández para rato”. Sin embargo, será interesante conocer sus revelaciones (casi intimidades) de sus tres períodos de gobierno. Por ejemplo, hay dos inquietudes: el encanto que le provocan los reformistas y su renuencia a prescindir de sus subordinados. Nadie encuentra el cocoricamo de sus relaciones con los seguidores de Joaquín Balaguer, pero tampoco esa desidia en mandar para su casa a los funcionarios que defraudan la confianza pública. Lo del director de la OTTT es el colmo. El cinismo sienta a la política como un descaro refinado. Lo de Franklyn Beltré no fue cinismo, no fue descaro, simplemente una burla. De entrada pareció “ingenuo”, pero los peledeístas lo condenan por “bruto”. ¿Por qué el presidente Fernández permite que los ingenuos o los brutos pongan en ridículo su administración? Misterio, tal vez insondable, que se presume develará cuando evoque por escrito sus días y noches en el Palacio Nacional…