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Estuve en el “Pulgarcito de América"...

Llegar a “El Pulgarcito de América”, como lo llamó la gran Gabriela Mistral, es todo un acontecimiento. yo no pregunté, como José Martí al llegar a Venezuela, por la estatua de Bolívar; yo pregunté por un poeta llamado Roque Dalton, lo busqué en su bosque premiado de cuarzo y arboledas donde los pájaros se apiñan en la luz. Yo lo conocía por sus versos y por su templanza, porque se fugaba de las cárceles cuando la tierra temblaba, quizá él hubiese estado esperándome en el portón de la terminal si la muerte perversa no hubiese asestado a su vida un fin de puñales y caínes. Llegar a El Salvador en estos días es encontrarse súbitamente con la historia. La gente en la calle está vestida de sueños y banderas. Quizá no hay otro país de América Latina donde la derecha política siga siendo la derecha tradicional de antaño, fosilizada, que usa el mismo lenguaje de los años 70 y 80 deL siglo pasado, como si nada hubiese sucedido en el mapa político del mundo. Aquí, doña Peggy Cabral viuda Peña Gómez, Francesca D’Ulisse, secretaria de Relaciones Internacionales del Partido Demócrata de Italia; Miguel Ángel Ibarra, vicecanciller de Guatemala y el compañero Luis Ayala, secretario general de la Internacional Socialista, integran la delegación oficial de observadores electorales, juntos con quien escribe, de esa importante institución mundial. La campaña sucia pretendió presentar el triunfo del Frente como el triunfo del comunismo. El asunto llegó tan lejos que el propio Departamento de Estado de Estados Unidos se vio obligado a emitir una declaración señalando que no importa quién ganara, que Estados Unidos cooperaría con el ganador y que no tenía favoritos en las elecciones. Hace apenas dos meses la derecha fue derrotada en las elecciones municipales y congresuales, pero entonces no estaba en juego el poder político representado en la elección del Presidente de la República. El candidato del Farabundo Martí es un comunicador, profesor, no radical, de amplia base democrática que ha repetido hasta la saciedad su vocación pluralista y su decisión de gobernar dentro de los límites de la democracia. Lo acompaña uno de los jefes de la guerrilla revolucionaria de la sangrienta guerra de los años 80 que devastó este pobre y pequeño país, pero ese ex jefe guerrillero es un hombre que, sin renegar de sus ideas y de su práctica combativa, ha transformado su pensamiento: es un hombre de paz que ha planteado la necesidad del ejercicio democrático de los poderes del Estado para reformar a la sociedad. El Salvador es un pueblo lleno de dolor, miseria y sufrimiento, pero de una dignidad conmovedora. Fue aquí donde nuestro inolvidable Gregorio Urbano Gilbert, luego de haber combatido a los invasores de 1916 en nuestra Patria, y luego de haber participado junto al general de hombres libres, César Augusto Sandino, en Nicaragua, en la lucha contra los interventores norteamericanos, se fue a pelear a El Salvador, en el Estado Mayor de Farabundo Martí. El Salvador vio morir a lo más granado de su juventud en lucha por una sociedad de cambios y transformaciones. El Frente Farabundo Martí estuvo al punto de tomar el poder en 1989, cuando luego de casi una década de lucha en las montañas llegó a apoderarse de una parte de la ciudad de San Salvador obligando a una virtual intervención extranjera y a una inevitable negociación de paz que puso fin a la tragedia de la muerte y el genocidio. La presencia de cientos de observadores, así como de organismos internacionales, convirtió a este país en un foco de atención mundial. Hemos vivimos las horas de la historia, es como haber vuelto a transitar por las viejas oleadas del camino histórico de las luchas libertarias bajo los mandatos de la democracia. Los minutos transcurrían con rapidez, los primeros conteos aseguraron una victoria del Frente. Dos horas y media después de cerrarse la votación, el Tribunal Electoral ofreció los datos de alrededor de un 33% de la votación emitida en los que el Frente le llevaba una ventaja de más de un tres por ciento a sus adversarios. Esta diferencia se mantuvo casi hasta el final. Podemos testimoniar el comportamiento ejemplar del pueblo salvadoreño, sin violencia, sin alteraciones, con un espíritu festivo y democrático en las urnas. En la noche felicitamos al presidente electo, Mauricio Funes; luego, en la mañana del lunes, pudimos conversar ampliamente con él. Se trata de un hombre convincente, de un dominio conceptual extraordinario y con un gran sentido histórico, empeñado en garantizar la gobernabilidad y las reformas sociales sin provocar confrontaciones inútiles. Al volver a Santo Domingo he sentido haber vivido la intensidad de un sueño o una utopía, es como haber regresado por el túnel del tiempo histórico a una época de promesas y cambios esenciales de justicia y libertad. Es haber visto al poeta Roque Dalton en los jóvenes alegres que palmoteaban en la madrugada y cantaban invencibles himnos de belleza y ternura en el “Pulgarcito de América”, recobrando la fe, el entusiasmo de vivir nuevamente con sentido, con destino histórico.

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