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PANCARTA

A pesar de sus 20 años la Arena se desmoronó

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Raúl Pérez PeñaSanto Domingo

Son muchas las lecciones del triunfo de Mauricio Funes y del Frente Farabundo Martí (FMLN) en El Salvador, comenzado porque continúa el crecimiento de la tendencia al poder de las fuerzas progresistas de America Latina. A quienes les sirva el traje que se lo pongan. La lectura histórica es que este continente ha dicho basta y a echado a andar. La lección es que Fidel sigue ahí como paradigma de la dignidad en America Latina y que es el referente histórico de obligada mirada a la hora de pasar balance a lo que acontece en América Latina. Fidel es Cuba y Cuba es territorio libre en América. ¿Sí o no? ¿Desfase? ¿Quedado en los años 60? Con diferencias de grado en un abanico que se mueve a la izquierda, poquito más, poquito menos, lo importante es que el signo progresista se establece firme en este continente merecedor de un futuro que se divisa mucho más cercano que lo que muchos piensan. En ese espacio del decoro no cabe la simulación aunque se vista de seda. Porque está el espectro de José Martí, de Bolívar. Nosotros los dominicanos de este tiempo contamos con una simbología inagotable en estímulo para no cesar y mantenernos perseverantes bajo el convencimiento de que hay patria todavía. Ahí está el coronel Caamaño como símbolo del pueblo soberano. Ahí se levanta la imagen del coronel Rafael Fernández Domínguez en vivo mensaje de que el uniforme militar no es para bellaquerías ni los inventos de civiles con poder y pretensiones de perpetuación. Ahí están Juan Miguel Román y Manolo Tavárez como expresiones de un liderazgo pulcro, excluyente con el enriquecimiento a costa de la administración del Estado, y con un pensamiento político incompatible con el desastre que sufre el pueblo dominicano desde hace años. El espacio del decoro en América Latina se abre a los Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y a todos los que integran ese flujo incontenible por la justicia social para millones de hambrientos, marginados y excluidos. Quienes no quieran poner sus barbas en remojo, que sigan tranquilitos. En El Salvador con sus 20 años en el poder, la Arena se creía inconmovible. Pero se fue abajo dejando un mensaje para los pueblos latinoamericanos: Mantener la lucha hasta conquistar la victoria.

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