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Opinión

EN RELEVO

Ojo con eso

Con la publicación de la ley que declara la necesidad de la reforma, se inicia la cuenta regresiva a la reunión de la Asamblea Nacional que deberá modificar la Constitución de la República. Una reforma que, más allá de los matices políticos propios de cualquier proceso de esta naturaleza, constituye, sino el más, uno de los esfuerzos más socializados, integrales y participativos que se hayan realizado en el país en la discusión de cualquier ley. Y como se trata de un ejercicio así, y no de una reforma para salir de un atolladero social, una crisis política o producto de un interés político coyuntural, el proceso no se puede ni debe festinar, ni hacerlo de la noche a la mañana, por lo que requerirá de un esfuerzo serio, y de suficiente tiempo y atención por parte de los legisladores. De ahí que entran en debate los mecanismos y la dinámica que deberían utilizarse para afrontar adecuadamente ese proceso. Algunos plantean que como será largo, deben definirse métodos de trabajo que permitan que ambas cámaras continúen sus trabajos rutinarios, al tiempo que se avanza en los trabajos de la Asamblea. Eso no luce correcto. Primero porque la naturaleza e importancia del proceso requiere de toda la concentración y atención de los legisladores. Pero, además, porque una dinámica que permita la continuidad de los trabajos de las cámaras legislativas puede alargar demasiado la reforma, tornándola pesada y manipulable, y al poner en riesgo las mayorías coyunturales que se tienen en la actualidad, puede comprometer el éxito del proceso. Y nadie debe olvidar que este es un proyecto del Presidente Fernández, de su Gobierno, y por tanto del partido oficial, y que un fracaso de la reforma, no sólo sería un fracaso para Leonel, sino también para el PLD. Y mucho menos debe olvidarlo Reinaldo Pared Pérez, quien no sólo preside el Senado y la Asamblea Nacional, sino que también es el secretario general del PLD. De ahí que deba observar estos factores antes de promover un reglamento que consienta una revisión constitucional en paralelo con las legislaturas ordinarias, o que permita la dilación de los trabajos al punto del hastío. Es mejor retrasar los trabajos de las cámaras, es más, si es necesario cerrar el Congreso para cualquier otra cosa que no sea la reforma, con el fin de garantizar que en tiempo relativamente breve, el país tendrá una nueva Constitución.

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