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Opinión

CON MIS OJOS

El destino dominicano

María Isabel SoldevilaSanto Domingo

Desde la ventanilla del avión, sólo se ven nubes y azul. Hay una imagen, sin embargo, que se imprimió en el cerebro horas antes. Una casa en la avenida 27 de Febrero, una choza desvencijada, construida sobre el techo de otra; abandonadas ambas. Soledad. Miseria. Zinc. ¿Qué simboliza, al lado de un colegio, frente a un pase elevado, camino al aeropuerto a las 7AM, esa casa destruida? ¿Por qué replicaría alguien en pleno centro de la ciudad una estructura que recuerda a la “parte atrás” de un conuco? Nostalgia. Costumbre. Amor. Sólo podría especular, desde la aeronave que me lleva sobre el Caribe, pero dejo la ficción para otro día. El campo está en mi mente. La migración rural hacia la capital, un fenómeno de los últimos cuarenta años, ha traído más que una estampa triste en medio del concreto. De campesina tengo sólo a los parientes del Sur profundo, pero las consecuencias de desmonte de la producción agrícola en República Dominicana las vivo, y las vivimos todos y todas diariamente. El impacto, humano y económico (sí, en ese orden), se mide en cifras que hablan de hacinamiento, de insalubridad, de caminos tronchados por “intercambios de disparos” y de encuentros con el narcotráfico. El efecto lacera y se hace evidente en hospitales, en escuelas, en los bohíos desolados y los sueños de gran manzana que ya no saben a factoría, sino a crisis. Las consecuencias se adueñan de los anhelos de grandes ligas y los manchan de esteroides. Se llevan a Europa a las que, block a block, rehacen sus pueblos. Podría contar en números lo que significa que un agricultor deje la tierra por el motoconcho, pero eso lo han hecho el Informe de Desarrollo Humano, la Cepal y otros muchos reportes económicos y sociales que nos enrostran en la cara haber protagonizado, como país, un crecimiento notable, pero de espaldas a la gente. ¿Qué nación somos? Los pueblos que no se conocen, se condenan al olvido. A la desorientación. ¿Quiénes son los dominicanos? Desde el avión, República es una masa de tierra verde. Desde adentro, un país confundido, en espera de un destino que más vale comencemos a provocar. maría Isabel soldevila.

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