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Opinión

MUCHACHOS CON DON BOSCO

Educar a vivir la Cuaresma

Juan Linares, SDBSanto Domingo

La Cuaresma no tiene buena prensa, tiene una mala propaganda. Da la impresión de que es un tiempo de tristeza, de depresión, de privaciones que nos han impuesto. Parece como si después del Carnaval, la penitencia de la Cuaresma quisiera compensar los desarreglos que hemos hecho. Educar a vivir la Cuaresma es dar a la persona, en primer lugar, la capacidad de comprender que el tiempo de preparación para lo que es importante, es sumamente beneficioso. El tiempo de preparación es siempre un tiempo de austeridad, disciplina, ejercicio y concentración. Así, el equipo de deportes que se prepara para un gran final lo hace concentrándose, mentalizándose, recibiendo instrucciones y haciendo los oportunos ejercicios para estar a punto. Lo mismo le sucede a un estudiante que se prepara para el examen final de carrera o a un profesional ante un acontecimiento en el que tiene que participar. El tiempo de Cuaresma que se inicia con el Miércoles de Ceniza, es un tiempo de preparación, y por lo tanto es un camino que nos conduce a la Pascua. Lo fundamental para vivir, para celebrar, también para ayudar a celebrar estas semanas cuaresmales, es borrar y superar esta deficiente compresión de la Cuaresma. Y descubrir que es todo lo contrario. Que no es un tiempo cerrado en sí mismo sino abierto a la Pascua, que no es un paréntesis sino un camino. Que si se nos pide un esfuerzo es para abrirnos más radicalmente a la gran alegría de lo que expresa la Pascua: el amor sin límites, salvador y renovador de Dios. La Pascua es la realidad más importante para la humanidad y para el universo entero. Es el único hecho que puede dar el verdadero sentido a nuestra vida y a nuestra historia. En cierto sentido, toda la vida es Cuaresma. Siempre es Cuaresma. Porque en todo tiempo hay que prepararse para la Pascua de Resurrección. Nuestra vida, la de todo ser humano, camina hacia una finalización, hacia la plenitud de la vida en el encuentro definitivo y total con Dios. Por todo esto la Cuaresma no es tiempo de tristeza, ya que en él somos salvados en el Amor de Dios y, consecuentemente, es tiempo de alegría. Perder este tiempo es perder la oportunidad de estar en la verdad. Para ganarlo es preciso una disposición interior, una acogida de este tiempo de gracia. Es necesario desplazarse a un lugar que es el desierto. Y es necesario retomar, de una manera distinta a como lo estamos haciendo, el camino de la vida.

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