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Opinión

EN RELEVO

Participación Ciudadana y su jueza

Resulta simpático como instituciones parecen tomar con pinzas temas en los que les interesa “participar”. Como una “organización no partidista”, que suele moverse de acuerdo a sus intereses ño de quienes la integran y financianñ al tiempo que se presentan como “guardianes morales”, y crucifican a los que se atreven a contradecirlos. Es el caso de la Junta Central Electoral, a la que Participación Ciudadana le declaró la guerra, al parecer molesta por un par de cosas. Por un lado “el atrevimiento” de organizar procesos electorales limpios y tecnológicamente avanzados, de forma que el papel de los observadores electorales quedaran reducidos ante el fortalecimiento de la institución electoral. La otra gran “afrenta” de la JCE, particularmente de la Cámara Administrativa, fue la aplicación de medidas que, como el Libro de Extranjería, la depuración del Registro Civil y la revocación de actos del Estado Civil ilegalmente expedidos, constituyen un clavo en el zapato para aquellos que promueven y viven del desorden migratorio. Y como la JCE se ha atrevido a tanto, PC se la tiene jurada. Desde que comenzó la actual gestión, contando con la aportación de una jueza, PC comenzó a cuestionar las condiciones de contratación de SOMO. La Junta decidió investigar, y para garantizar la transparencia le entregó el proceso a uno de los jueces, quien se tomó un año sólo para definir los términos de referencia para el concurso de selección de la compañía que debía auditar el contrato. Y ahora que un tribunal arbitral condenó a la Junta a pagar 9 millones de dólares a SOMO, y que la posición y la imagen de la jueza luce debilitada, la gente de PC solicita a la JCE una caterva de documentos relativos al contrato y el laudo arbitral sobre el caso. Es así como este tema despierta mucho interés en PC, que tuvo coordinadores que llegaron a reunirse con empresarios que venden sistemas de voto electrónico, y que ahora luce dispuesta a hacer lo que sea para sacarle las castañas del fuego a su jueza. Cuyo temperamento y ansias de figuración no sólo han costado un tiempo precioso al proceso de modernización, sino también mucho dinero a la Junta. Ese mismo dinero que ella, cual gatita de María Ramos, dice defender en otras pequeñeces.

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