Opinión

¿Tenía sentido su muerte sin sentido?

Walter Benjamín fue un filosofo judío-alemán cuya vida y aportes teóricos me han llamado poderosamente la atención durante muchos años. Hay algo en este oscuro personaje, en su palabra recóndita, a veces elíptica, urdidora, profunda, desconcertante, que me atrae. Huyendo de la persecución nazi intentó cruzar uno de los puestos de frontera para llegar a España desde territorio francés en septiembre de 1940. Los oficiales de la comandancia en el paso de montaña detuvieron al pequeño grupo de trashumantes instándolos a regresar a París. Al parecer se trataba de una estratagema llamada a “negociar” una buena mesada a costa de los refugiados desesperados. Walter Benjamín aprovechó la noche para suicidarse. Al otro día los guardias franceses permitieron que los judíos alemanes que acompañaban a Benjamín cruzaran libremente la frontera poniéndose a salvo de la persecución demencial del nazi fascismo. Un amigo de Benjamín, el poeta alemán Bertolt Brecht, escribió un bello texto elegíaco en el que curiosamente defendía el suicidio de Benjamín, diciendo que éste se había suicidado porque comprendió en el momento final que solamente se podía escapar de la crueldad asumiendo el suicidio, al saber que siempre los opresores dominarían la tierra, que siempre imperaría el reino de la injusticia y que la huída no tendría sentido porque donde quiera que huyera estaría sufriendo la opresión. Pienso que un escritor como Brecht, tan comprometido ideológicamente con el socialismo, fue en auxilio moral de Benjamín ante la afrenta que significó el suicidio, a la pérdida absoluta de fe en el porvenir que supuso ese acto depresivo. Hurgando me encontré con el hecho cierto de que Benjamín venía defendiendo la idea del suicidio en términos filosóficos desde hacía tiempo, incluso había escrito sobre algunos textos de Baudelaire en ese sentido, y me resultó contrastante su argumentación. Decía Benjamín que sólo desde el final se puede contar la historia de la vida de un hombre; sólo entonces será el hombre que ha sido. El hombre elige el tiempo presente, o sea el conjunto de instancias que asume históricamente en el tiempo en que vive; no puede vivir otro tiempo, o mejor dicho, asume el tiempo único que ha elegido. Al escoger el tiempo presente escoge también el futuro perfecto en el entendido de que un día “habrá sido” de esa manera; se trataría al suicidarse de definir una responsabilidad irrevocable, se anticipa al juicio final, no disgrega las variables del futuro, los cambios que ocurrirán que se añadirán a la vida en su conjunto para el juicio final, que es la evaluación de su papel en la sociedad. El suicida retiene el tiempo presente y a la vez lo elige como tiempo conveniente, está de acuerdo con Benjamín estableciendo un futuro perfecto, se le juzgará por el tiempo presente, el marco de vida donde le pone fin a la vida; se libera de etapas sucesivas de existencia que podrían modificar, alterar o cambiar el sentido de sus creencias y prácticas en medio de las cuales decide morir, le arrebata al destino su participación convirtiéndose él en amo absoluto de su decisión, entendiendo el suicida que el acto de morir se producirá en el “tiempo correcto” porque cada presente nos presenta una elección constantemente renovada. Benjamín se debatió entre el materialismo histórico y la teología, llegó incluso a sostener a través de la imagen del “jorobado” insertado en sus textos, y quien era el contrapunto ideológico de la certidumbre, el papel de la ciencia y la investigación social, la necesidad de integrar la fe como movimiento espiritual en las creencias sociales. El “jorobado” actuaba como agente secreto, como efluvio del inconsciente de Benjamín para salvar el reordenamiento social, el nuevo orden anunciado por cierto tipo de socialismo, con el cual se identificaba. Era probablemente la raíz religiosa, la matriz laberíntica de todo el peso espiritual de su propia condición mesiánica como pueblo la que daba vida al “jorobado”, que no era un personaje si no una acuciante participación demandada por él, al identificarse con el materialismo histórico marxista. ¿Tenía Benjamín la percepción histórica de que el modelo socialista confrontaría problemas insolubles en la construcción de la nueva sociedad si no se apoyaba en las reservas de la fe y la espiritualidad, como promesas y recipientes de la renovación y la redención total de la raza humana? ¿Había en su “vacilación” teórica, en su introducción del “jorobado” un descubrimiento de que el hombre era incapaz por sí mismo de crearse como especie nueva si no estaba sostenido por una utopía integradora de las leyes sociales y de la fe espiritual? Lo cierto es que Walter Benjamín decidió morir en el tiempo elegido para morir, no quiso sobrevivir, como dijo Brecht, al futuro, porque él ya conocía el futuro, ¡Qué bien lo conocía! Y quiso quedarse en su tiempo presente, se liberó del hado y propuso la remembranza para cumplir la felicidad incumplida y deshacer el sufrimiento cumplido; quiso decir que en la reconstrucción del tiempo pasado el juicio final absolvió sus pecados, lo liberó de culpas y complicidades atroces en los tiempos sucesivos.

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