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El neceser de Norma

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Marcio veloz MaggioloSanto Domingo

Recuerdo, porque así me lo sugiere Norma, que hubo una vez una especie de prenda llamada “neceser”, así en castellano, aunque el nombre de la misma fuese francés -Necessaire, definido en el diccionario “como caja o estuche con los utensilios de tocador, costura, etc.”. Todavía guardamos como una joya antigua su “neceser”, comprado en 1962 en la entonces famosa tienda New York Department, en San Juan de Puerto Rico, capital de la “isla del encanto”, la que muchos dominicanos visitaban dada la cantidad de “especiales” que semanalmente ofrecían sus comercios. Durante los años sesenta los viajeros dominicanos aumentaron lo mismo que las visitas de negociantes informales que compraban en tiendas como La Esquina Famosa, los famosos Wooworth, y las tiendas Franklyn’s. Durante esos años era un negocio comprar en Puerto Rico para revender primero en República Dominicana. Ahora se han invertido los papeles. Como tantas otras prendas de época, el “neceser” fue usado por las damas como un objeto de cierto estatus social ya que había diversas formas, materiales y marcas que motivaban a hacer combinaciones según fuese el vestuario. Este objeto de tanta utilidad y tan apreciado por las damas casi ha desaparecido. Bin Laden ha tenido mucho que ver con el desuso de los “neceseres” porque luego del derribamiento de las Torres Gemelas, en los aeropuertos arreció la revisión de objetos y ya no se permitieron ni líquidos, ni objetos de maquillaje en los bultos de mano, ni potes con dulce de Baní, ni agua de Florida, ni jugo de naranja agria, ni jalao de melao. En verdad sería bueno averiguar dónde van a tener los objetos recabados en los aeropuertos, pues sería saludable que al pasajero se le entregase un recibo con el cual, a su retorno, pudiese recoger su propiedad. No sabemos cómo andan las estadísticas de las fábricas de este objeto, pero “neceseres” como el de Norma ya no se fabrican, porque era una pieza de aluminio grueso forrado de una dura cubierta de plástico que transformaba el objeto en un arma de pesado talante. Como las mujeres llevaban en el “neceser” infinidad de objetos, pero principalmente aquellos que se usaban para el maquillaje, era común ver, antes de que el vuelo llegara a sus finales, un desfile de damas buscando el espacio en donde cupieran ellas y sus “neceseres”. La marca Samsonite era en realidad la de mayor prestigio, y en los años sesenta el “neceser” de esta marca se encontraba en el más alto escalafón de la fama. Con la muerte de Trujillo los vuelos y las visas aumentaron. Muchos contrabandos se ocuparon de que tuviésemos camisas Arrow de primera calidad a precio de bachata. La droga era sólo un titular pequeño de periódico extranjero, y las calles de Borinquen eran el espacio para el desfile de las muchachas que estrenaban pasaporte y visado por un año. Mirando el “neceser” de Norma recuerdo el de aquella señora que llevaba el suyo lleno de pasteles de hoja navideños y que protestó repartiéndolos, antes de se los echaran al cesto de la basura, entre un tigueraje de rasgos deportivos que iba a un juego de soft-ball. El reparto se hizo en Aduanas, antes de cruzar hacia la ciudad. El aduanero les dijo a los del tigueraje de podían comerse los pasteles, y no tenían que declararlos, porque un vez comidos ese dejaba de ser un problema para las autoridades de la isla. El “neceser” quedó confiscado hasta tanto se hiciera el análisis correspondiente porque los pasteles habían chorreado parte de su contenido. La señora lloró a lágrima viva, maldijo al aduanero y con fuerte sonsonete dijo: “Vendré mañana con mi primo que es oficial de la Marina dominicana. Esto no se queda así”. La escena me conmovió y por eso, cuando veo el arcaico, solemne y funcional “neceser” de Norma, le digo: no olvides llevarlo a los viajes. Ya está acostumbrado y su experiencia no es común entre los de su clase. Pronto viajaremos, y ella portará, creo que orgullosamente, el “neceser” Samsonite que comprado en New York Department distingue nuestra prosapia barrial.

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