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En honor a Anthony Haché

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Socorro Almonte de PantaguaSanto Domingo

José Blanco, quien había sido mi jefe en la Sterling Products International hacia mediados de los setenta, se fue a trabajar con la empresa Antonio P. Haché y me expresó que quería que yo me fuera con él. Me dijo: usted va a trabajar con un empresario muy humano, quien había impregnado a sus trabajadores de un gran compromiso de servicio. Le van a pagar los estudios con becas a sus hijos, y a usted le van a prestar para comprar su casa en base a sus bonificaciones. Ya con mi experiencia de trabajo, le dije que todo esto no podía ser verdad. Abundó en sus argumentos y, dado lo poco que yo ganaba y habiéndome sentido bien al trabajar con él, decidí entrar a laborar en la Casa Haché, como su secretaria. Entonces comencé a ver de cerca a Anthony Haché, hombre incansable en el trabajo. Tenía el mismo trato para el empleado que barría y para el de posición más alta. Se dejaba ver por todos sus empleados y recibía a cualquiera que tenía un problema y se lo resolvía. El hombre estaba atento a los detalles de sus empleados. Era consecuente, de trato amable. Don Anthony siempre ha sido un hombre fuera de serie. Siempre decía que el humano era el principal activo que tenía la empresa. ¡Eso si! Trabajábamos sin horario. Cuando era necesario hacer el trabajo extra, lo hacíamos generalmente hasta las diez de la noche. Muchas veces me correspondió hacer ese tipo de trabajo, sin embargo, toda esa actividad la hice con amor a esa empresa. Don Anthony nos mantuvo siempre presente la forma en que había que tratar a los clientes. Ya hace unos 12 años que salí de esa empresa en la cual trabajé durante casi 24 años. Y hoy, haciendo memoria, he querido hacer real aquel dicho de “Honor a quien honor merece”. La Casa Haché en la que yo trabajé, y su dueño, se merecen mi reconocimiento y creo que el de todos los colaboradores que formamos aquella gran experiencia.

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