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La Yugoslavia de Tito

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Milton Ray GuevaraSanto Domingo

Cuando el presidente Salvador Jorge Blanco, a instancias del canciller José Augusto Vega Imbert y del Dr. José Francisco Peña Gómez, me solicitó en noviembre de 1982, que aceptase la Embajada de República Dominicana en Francia, expresó su disposición de establecer relaciones diplomáticas con países socialistas. Uno de los primeros países escogidos fue la República Federal Socialista de Yugoslavia, bautizada así en 1963, año en que Josif Broz, el mariscal Tito, fue designado presidente vitalicio. Tito presidió Yugoslavia desde 1953 a 1980, previamente en 1945 fue nombrado primer ministro por el presidente Iván Ribar. El 31 de enero de 1946, la nueva Constitución de la República Federal estableció seis repúblicas constituyentes: Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Montenegro y Macedonia. Mi primer contacto con Yugoslavia se produjo en 1975. Cursando Derecho del Trabajo Comparado en Trieste, gracias al profesor Kiosky, yugoslavo de Montenegro, se incluyó una semana de cursos en Liubliana, importante ciudad, hoy capital de Eslovenia. Su famoso Castillo, la Catedral de San Nicolás y el Puente de los Dragones, apodado de la suegra por los dragones de sus cuatro esquinas, dominaban la ciudad. Alojado en la ciudad universitaria recibimos una buena dosis de embutidos, en contraste con la balanceada y rica comida de la ciudad universitaria de Trieste. Lógicamente participé en el curso becado por Madame Solá de Cañizares. El eficiente, consagrado y prestigioso Canciller Vega Imbert me comunicó la designación como Embajador concurrente en Yugoslavia. El sábado 5 de noviembre de 1983, abordé por la puerta 36 de la Gare d’orly sud en París el Douglas DC9, hacia Belgrado. Nuevamente, a bordo, el brindis de embutidos y cervezas (tivoli). La llegada a las 5:00 PM se realizó en gran oscuridad, el cambio de temperatura se reflejó en el avión. El subdirector de protocolo nos acompañó y en un Mercedes Benz negro recorrí los 20 kilómetros que separaban el aeropuerto del Hotel Metropol en Belgrado. Cené en un restaurante de las cercanías del hotel y hacia las 11:30 regresé y presencié un hermoso espectáculo en el night club ¡Oh sorpresa! con strip-tease y mucha coca cola incluida. El sábado 6 junto a Bora, amigo yugoslavo, visité la Asamblea Nacional, Plaza de la República y el Memorial de Tito, ubicado en la colina del Boulevard Lenin. Observé el cambio de guardias, recorrí su antigua vivienda, soldados y estudiantes visitaban y una mujer lloraba. Al lado, en el Museo de la Revolución, vi regalos de Nasser y Salassié. En la tarde, mi afición por el fútbol me condujo al Estadio Nacional, ese día no jugó Estrella Roja de Belgrado, el encuentro enfrentó a Partisan con Radnicki. La victoria fue del primero, un gol a cero, marcado por Vutovic. A pesar del inmenso frio disfruté del partido. El lunes 7, a las 9:00 de la mañana, el Mercedes Benz negro me condujo al Ministerio de Relaciones Exteriores, coordiné junto al subdirector de protocolo la presentación de credenciales del martes 8 y expresé mi deseo de depositar una corona de flores en el Memorial de Tito, el primer representante de la Tercera Vía del Socialismo. Inmediatamente me reuní con el Secretario General del Ministerio, Mirko Ostojic para la presentación de las copias de las cartas credenciales. A las doce del mediodía el martes 8 de noviembre, junto al jefe de protocolo me trasladé al Palacio de gobierno, en un patio interior techado pasé revista y recibí, junto al Presidente de la República Federal Socialista de Yugoslavia, Mika Spiljak, los honores de la guardia presidencial. En su despacho el Presidente nos habló de la importancia de América Latina, del movimiento de los no alineados, de la designación de un embajador en Venezuela como concurrente en República Dominicana y la alegría que experimentaban por el establecimiento de vínculos diplomáticos con un país que admiraban desde el año 1965 y la revolución de abril. El presidente Spiljak me señaló que su presidencia era de sólo un año o dos, para que cada Provincia de de las seis ocupara proporcionalmente la jefatura del país. No dejó de expresar su beneplácito por mis visitas al Mausoleo de Tito y al Estadio Nacional, las consideró solidarias y muestras de cariño y respeto del pueblo dominicano. A la salida deposité la ofrenda a Tito. Luego se inició la tanda de visitas de cortesía, entre otras, a Nikola Ljubicic, Presidente de la República de Serbia, Milka Planic, Presidente del Consejo Ejecutivo Federal, Bozin Jovanovic, presidente de la Cámara de Comercio, Bogdan Bogdanovic, presidente de la Asamblea de la ciudad de Belgrado. En esa época músicos yugoslavos se incorporaron a la Orquesta Sinfónica Nacional. Regresando a París di gracias a Dios. El hielo se había roto. Sin embargo, nunca imaginé que en 2003 la República Federal Socialista de Yugoslavia iba a estallar en pedazos, fragmentando el sueño del mariscal Tito.

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