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Villa Francisca renovada

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Marcio Veloz MaggioloSanto Domingo

El notable cambio que el Ayuntamiento del Distrito Nacional ha logrado con la reformulación de los espacios que circundan el Parque Enriquillo, de la barriada de Villa Francisca, nos alienta a pensar en la historia y en la vida de este espacio citadino en donde durante tantos años transcurrieron nuestras experiencias y nuestras historia de adolescencia. Villa Francisca lleva el nombre de la hacienda que Manuel de Jesús Galván comprara en los finales del siglo XIX, adoptado como un homenaje a su esposa Francisca Velásquez. Desde muy temprano, al comprar estas tierras, el munícipe Juan Alejandro Ibarra inauguraría uno de los repartos con venta de solares a plazo, tal y como acontecería con La Caleta y las Villas Agrícolas, otros dos lugares con estas características. El barrio de Villa Francisca, al norte de la actual avenida Mella, antes llamada avenida Capotillo, pronto comenzó a acoger a unas clases medias bajas constituida por obreros especializados, maestros constructores, talabarteros, dueños de colmados. La plaza principal, llamada por el propio Ibarra, Enriquillo, era ya en 1913 campo deportivo que se identificaba con el club Liceo, según foto que aparece una de las obras de Bernardo Vega: Nuevas Imágenes de Santo Domingo. El crecimiento fue más que rápido y la glorieta dio paso a los conciertos y a las prsentaciones. El parque Enriquillo colmaba el afán nacionalista de Ibarra, que aunque venezolano crió familia y en la práctica fue un dominicano importante. Las calles del barrio, inaugurado por el presidente Ramón Cáceres, tenían nombres que enaltecían el mismo: calle Juan Nepomuceno Ravelo, Benito González, Jacinto de la Concha, Félix Maria Ruiz, Vicente Noble, José Reyes, Jacinto de la Concha, Tomás de la Concha... entre otras. Villa Francisca era la muestra del homenaje de Ibarra a muchos héroes de la patria, y algunos de esos nombres han subsistido. En los años 30, el nombre de calle Juan Pablo Duarte a la principal arteria del barrio se cambió por el de Trujillo, y desde entonces fue llamada avenida José Trujillo Valdés, colocándose en la intersección de la calle Ravelo, con vista al mar, aquel fatal monumento con cubierta casi de caja de música y luz dedicado a Pepito Trujillo, nombre común al progenitor del dictador, quien quedaba enclavado en medio de la cruz de las dos calles señaladas. Durante años el parque fue el desahogo principal de todos los habitantes de la zona. Cumplía con el deseo de Ibarra. En su glorieta hoy remozada, se escuchaban las retretas que nos enseñaron por vez primera a concebir la música como un gozoso elemento para el oído . En Villa Francisca era común ver, en casa de don Mongo Matos, a músicos y directores como Papatín Ovalles, el maestro José Dolores Cerón y Manuel Simó. Las bandas de música de la Policía, el Cuerpo de Bomberos y el Ejército Nacional se turnaban en domingos y el paseo entre las ringleras de flores de caminos cubiertos de caliche, era común. Amores de barrio, vista de pequeñas películas en la llamada Pantalla Lumínica, colocada en lo alto de una casa del sur de la calle Ravelo, limpiabotas de importancia cultural, como Chichí, lector de Dumas y Hugo, y personajes de cierto linaje con bastón y sombrero tomaban el fresco de la noche. Los mas jóvenes discutíamos de béisbol, o bien íbamos detrás de alguna novia que noche a nuche cruzaba el parque como una virgen de novela romántica. Vinieron los años del deterioro. A partir de 1961, la creciente oleada de libertad y hasta de libertinaje dio al parque aliento para la destrucción y la falta de cuidado de los ayuntamientos y de los gobiernos fue aprovechada para convertir la plaza en un mercado de abastos, en un lugar donde el desorden imperó, y en ello tuvieron que ver la comercialización, el derrumbe de las viejas casas de mampostería presentes desde que Villa Francisca alcanzó el rango de barrio de clase media. De ese mundo quedan hoy paradas de guagua que van al interior, frituras, viejos patios convertidos en almacenes de las grandes tiendas que sustituyeron como tales las galerías de la zona. El actual remozamiento de la zona comercial y de la avenida Duarte como un amplio espacio limpio y organizado, y asimismo el remozamiento del parque Enriquillo jamás serán un retorno al pasado, pero sí una manera de mantener limpio el recuerdo y de hacer las cosas de una manera capaz de encontrar en los hechos fuerza para que no todo quede en el olvido.

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