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REPORTAJE

¿Para qué tapar el sol con un dedo?

Amigos siempre amigosUna fundación en pro de la diferencias de orientación sexual. Con sueños y metas distintos pero con un proyecto de vida en común, Adrián Rodríguez y Jaime Hernández se topan en el camino de la vida. A pesar de pertenecer a una familia “normal”, es decir formada por un hombre y una mujer, a estos jóvenes, les interesaba descubrir el porqué de la química que sentían, sin importar los prejuicios sociales. Este encuentro se da en la ciudad de Baní cuando Rodríguez tenía 16 años. Es allí donde conoce a Hernández, a pesar de ser oriundo de Santiago de los Caballeros. Dicen que “el hijo bueno a su casa vuelve” y parece que con esta historia, se confirma. Los padres de Adrián deciden regresar a la ciudad corazón. Estos no pueden creer que la distancia les separará y es así como descubren que “hay amores que se clavan con tan sólo una mirada”, manifestó Jaime. Es ese posible obstáculo que les convence de que su amor merece permanecer, decidiendo “juntarse” y compartir un mismo techo en Santo Domingo. Se sabe que para el hombre gay, las posibilidades de aceptación social son truncas, pues “a la hora de alquilar, si es un hombre y una mujer todo está bien, de lo contrario te la ponen difícil, nosotros buscamos una abogada. No podemos asegurarnos en una filial, pues aunque ponga a mi pareja como beneficiaria, me preguntarán el parentesco y no tengo qué decir que sea “legal”, si uno de los dos muere, no tenemos derecho a heredar y si nos cancelan en un trabajo, no hay a quién reclamar”, cuenta Rodríguez.Hoy, luego de veinte años de feliz unión y bajo mucho sacrificio y por “suerte” aceptados por sus familiares, Adrián y Jaime viven en un condominio de cuatro apartamentos, con un gato y dos perros. Pueden decir que son profesionales y que aquellas ideas propias de la adolescencia han sido palpables y realizadas. Adrián Rodríguez es psicólogo clínico y publicista y Jaime Hernández trabaja en los medios de comunicación. Ambos, desde su llegada a la capital de República Dominicana se integraron a ReVASA (Red de Voluntarios de ASA) que no es más que una organización, que en un comienzo, dígase en 1989, funcionaba como un grupo de autoayuda en el que los hombres gays, con miedo a la epidemia del VIH, buscaban ayuda frente a la enfermedad, ya que el Estado dominicano no les concedía respuesta. En la actualidad, la Red permanece con mejores y mayores metas. A pesar de que aún no son aliados a las normas del Estado, por lo menos dicen sentirse “orgullosos” con el apoyo de la fundación ASA (Amigos Siempre Amigos) y de otras instituciones que trabajan a favor y en defensa de los derechos y deberes de la comunidad gay. “Ser gay no es un asunto de discurso, hay muchas diferencias dentro del grupo, pues no es lo mismo hablarle a un gay (masculino que asume su preferencia hacia los hombres de manera pública) que a un bisexual (es capaz de excitarse por cualquiera de los dos sexos) ni a un transexual (persona que no se conforma con sus genitales) con un travestis (acepta su sexo y cuerpo, pero por arte o trabajo juega a la doble identidad, como es el caso de algunos comediantes)”, dijo Leonardo Sánchez, director ejecutivo de ASA. Agregó que entre las variantes se encuentran los transgéneros, que son aquellas personas que aceptan su cuerpo, pero sienten que pertenecen al género opuesto y los homosexuales que tienen preferencia por los machos pero no lo manifiestan públicamente, y en cambio se mantienen en el “clóset”. Con la esperanza de que mañana sea un mejor día, de que las oportunidades crezcan, Rodríguez y Hernández duermen juntos todas las noches, a sabiendas de que no son un “flagelo social” y de que algún día las poblaciones del mundo dejarán de tapar el sol y reconocerán que “de nosotros hay tantos... abogados, militares, sacerdotes y doctores... que algún día la luz saldrá para todos”.

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