El arte de la ciudad se deteriora

Dedicar una tarde para visitar las esculturas, fuentes, murales y otras obras artísticas difuminadas por los espacios públicos de cualquier ciudad parece una gran idea. Los viajeros suelen hacerlo cuando visitan un país y muestran orgullosos las fotos como el mejor de los trofeos. En Santo Domingo, el paseo se queda entre el placer que provoca contemplar el talento de los artistas criollos y el sinsabor que dejan el mal estado de las obras y el descuido de los espacios que las acogen, espacios que aprovechan los vagabundos y vendedores ambulantes para descansar o pernoctar. Muchos, tras sonoras y costosas inauguraciones, terminan convertidos en zonas desiertas y peligrosas. Ni siquiera los lugares que concentran la mayor cantidad de arte público de la ciudad, como la Plaza de la Cultura y el Boulevard de la 27 de Febrero, suelen ser frecuentados por los citadinos con el objetivo de admirar las creaciones allí expuestas. La población, incluso, desconoce que muchas de esas obras abandonadas fueron hechas por prestigiosos maestros de la plástica dominicana. Si el paseo comienza en la provincia Santo Domingo Este, los parques y plazas a lo largo de la autopista Las Américas que concentran arte público llaman la atención de peatones y conductores que entran y salen de la ciudad; pero es imposible detenerse a disfrutar de éste porque no hay lugar disponible para parqueos, ni informaciones sobre los artistas que trabajaron la obra, ni sobre sus motivos. A falta de espectadores, algunos espacios, como el del conjunto escultórico “Entrar o salir (2004)”, de Luis Muñoz, está sembrado de auyama, yuca y batata. El parador Las Américas, que sí cuenta con parqueos, está cerrado y sólo se utiliza para actividades privadas. “Este es el proyecto de arte más misterioso que he visto en República Dominicana”, comenta al respecto el crítico de arte Abil Peralta. “Aquello ha sido una catástrofe ecológica, porque ahí había un parque de pinos y fue arrasado para hacer una plaza comercial. Resultado: no hay un dominicano que se haya detenido para ir a ver esas esculturas, algunas excelentes, de grandes artistas como Johny Bonelly y Raúl Recio”. La plaza Fray Bartolomé de Las Casas, en la calle Padre Billini de la Zona Colonial, se mantiene cerrada y sólo abre para contadas actividades especiales. Los vecinos de la zona indican que lo cierran para evitar que maleantes y vagabundos cometan fechorías en el lugar. Sin embargo, cerrar los espacios públicos por temor a los actos vandálicos es aceptar que no fueron construidos para la población, cuando lo ideal es que, si el área el peligrosa, haya vigilancia permanente. ¿Quién debería velar por ellos? “Son parte del patrimonio nacional, del patrimonio artístico. En nuestro país, la instancia que vela por el patrimonio artístico es la Secretaría de Cultura. Sin embargo, la Secretaría no tiene una instancia para eso”, expresa Myrna Guerrero. La crítica de arte y colaboradora de la revista Mirada al Arte propone crear una dirección de patrimonio artístico. “Eso podría ser una solución, pero sé que es complicado porque implica aumento de nómina y más personal y a veces esas cosas no son eficientes. Pero eso sería lo ideal, que así como hay una dirección de Patrimonio Monumental, haya una de patrimonio artístico, que sea el que se ocupe de trazar las pautas de la conservación de ese patrimonio”. Guerrero entiende que todas las iniciativas relacionadas con arte público deben contar con la asesoría de instancias como el Colegio Dominicano de Artistas Plásticos, la Escuela Nacional de Bellas Artes y la Asociación Dominicana de Críticos de Arte, para que los materiales utilizados sean apropiados al lugar y duren más tiempo en buen estado. El arquitecto y director del Consejo Nacional de Asuntos Urbanos (CONAU), Omar Rancier, considera que quien debe darle mantenimiento a las áreas verdes y a las instalaciones ubicadas en ellas son los ayuntamientos. Lamentablemente, “no hay disponibilidad en términos de gestión de darle mantenimiento”, dice. “Aquí es cuesta arriba proponer, por ejemplo, una fuente, porque va a estar vacía y se quedará con un charco de agua sucia”. Incluso el arte elaborado sobre materiales tan resistentes como el cemento se deteriora con facilidad. Es el caso de los números que marcan distancias en el parque Mirador Sur y que fueron intervenidos en el 2005 por diferentes artistas como parte de un proyecto coordinado por el Ayuntamiento del Distrito Nacional (ADN). Cuestionado sobre el deterioro que muestran algunas de las estructuras, Juan José Guzmán, director de Animación Urbana del ADN, responde: “Se supone que los materiales que se utilizaron debían durar cinco o seis años antes del primer mantenimiento, porque se hizo con una pintura especial y además se les dio un revestimiento para protegerlos”. Tanto Guerrero como Rancier proponen que los grandes proyectos urbanísticos incluyan alguna propuesta de arte en sus exteriores. “El diseñador no ha utilizado con frecuencia al artista plástico para completar su obra a la escala urbana”, opina Rancier. De hecho, dice, “no hay una norma que establezca que las áreas públicas deben tener un por ciento de su costo invertido en arte público, como hay en otros países. Nos falta, en sentido general, esa sensibilidad para el espacio público”. María Ugarte, Premio Nacional de Literatura, denunciaba ya en 2000 la pérdida por deterioro de los murales dominicanos, una de las principales expresiones de arte público que la literata describe como “un arte para todos, ignorantes y eruditos, pobres y ricos”. En el capítulo sobre la pintura mural del libro “1844-2000. Arte dominicano: pintura, dibujo, gráfica y mural”, editado por Codetel, Ugarte denuncia que la falta de mantenimiento hace que el futuro del muralismo dominicano sea incierto. “La falta de una política de preservación que abarque restauración y mantenimiento de este tipo de obra, pone en peligro un preciado tesoro cultural que es patrimonio del pueblo dominicano y que en la mayoría de los casos actúa como memoria histórica de nuestra nación”, escribe. El derrumbe en el año pasado del único mural de Silvano Lora que había en la ciudad de Baní, fue uno de los más recientes casos de pérdida de una pintura mural de gran valor. A pesar de la tradición de abandono que ha sufrido el arte público de Santo Domingo, algunos nuevos proyectos siguen emergiendo. Uno de los más recientes lo constituye el Barrio Chino de Santo Domingo, inaugurado en abril de este año. A lo largo de la avenida Duarte y otras calles aledañas, entre la México y la Mella, se pueden apreciar esculturas de personajes de la tradición china. La inversión de 260 millones de pesos incluyó la construcción de dos puertas chinas, dos plazas (la del zodiaco chino y la de Confucio), isletas ambientadas con plantas y adornos alusivos a la cultura china. En este caso se designó una entidad privada que se encargará del mantenimiento del nuevo espacio, la fundación Flor para Todos. Otro proyecto de arte público que se encuentra todavía en buen estado es el Parque Ambiental Núñez de Cáceres, inaugurado el año pasado como respuesta al problema que ocasionaba una laguna contaminada en el lugar. La única crítica que le hace Peralta es el hecho de que la elección de los artistas que participaron se hizo a discreción y no por concurso. Ese tipo de prácticas en los proyectos estatales es precisamente lo que denuncia el artista plástico Geo Ripley. “Es un desastre, no se hacen concursos, es por capricho, medalaganariamente”, dice. Para el crítico de arte Peralta, la función del arte público es establecer una relación de diálogo psicológico que estimule los sentidos entre el público y el sujeto de arte, es decir, el entorno o el inmueble donde se encuentra la obra. Tanto él como Myrna Guerrero y Omar Rancier coinciden en que en la ciudad de Santo Domingo hay una carencia tanto de arte público como de espacios públicos en general. “Si hacemos un sondeo por la ciudad de Santo Domingo encontraremos que, con relación a otras ciudades de la misma área -San Juan Puerto Rico o La Habana, por ejemplo- hay pocas muestras de arte público. No hay programación de incorporar eso como parte de la experiencia del espacio público”, dice Rancier. Pese a que no se trata de un problema social, Guerrero considera que el arte está directamente relacionado con el desarrollo de la sensibilidad, y asegura que “en la medida en que el ser humano es más sensible, será mejor ser humano y la sociedad será también más humana y más solidaria”. La historia del arte público en Santo Domingo Abil Peralta, curador y crítico de arte dominicano, hace un recorrido por la historia del arte público nacional. A su juicio, las primeras manifestaciones corresponden al arte en relieve sobre rocas que realizaron los primeros habitantes de la isla. Durante la época colonial, el arte público se manifiesta con las gárgolas, muchas de las cuales todavía pueden observarse en la Zona Colonial, señala. Se trata de esculturas en alto relieve que se ponen para el disfrute de los transeúntes. Ya en el siglo XX, un gran movimiento de arte público se dio en el levantamiento de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, ordenado por el dictador Rafael Trujillo y conocido hoy como Centro de los Héroes. En este conjunto Peralta destaca el mural realizado por José Vela Zanetti, los relieves de Antonio Toribio y Danilo Liz en el Congreso Nacional y la llamada Bolita del Mundo. En el régimen trujillista también se erigieron esculturas ecuestres al propio dictador y otros personajes de la historia dominicana. “Esas esculturas, ya desaparecidas, se plantaron en todo el territorio nacional para exaltar el ego del dictador”, dice el experto. Posterior a la caída de Trujillo, se levantaron en el país obras de un fuerte contenido humanístico y social. Entre ellas Peralta destaca la escultura “Uno de tantos”, de Abelardo Rodríguez Urdaneta que estaba ubicada en la avenida Abrahan Licoln. “Es una escultura de un dramatismo tremendo, conmemorativa de la gesta patriótica del 14 de junio”. La pieza está actualmente bajo restauración, pero Peralta critica que su levantamiento se hizo de manera poco profesional. Para él, una de las primeras iniciativas de arte público moderno es el Monumento a los Trinitarios, de la autoría de Antonio Prats Ventós, erigido durante los doce años de Balaguer en donde estaba la antigua entrada de Santo Domingo. El monumento, uno de los más dignos a juicio de Peralta, está abandonado. “Es un crimen. Ese monumento fue vandalizado, el escudo de bronce robado y se ha convertido en un nido de prostitutas”, afirma. “Aquí hay toda una historia de saqueo de arte público”, agrega.

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