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INGENIO CRIOLLO

Inventores con sazón dominicano

Un dispositivo para apagar el carro cuando exceda el uso deseado y previsto, un bolígrafo que escribe boca-arriba, un “agarra todo”, un inodoro sin agua y una lámpara sideral son algunas de las creaciones de emprendedores criollos. El innovador dominicano no busca la gloria eterna: crea por placer

Yaniris López y Gabriela ReadSanto Domingo

A finales de los años 90, el joven innovador dominicano Santiago Piña anotó en una mascota de apuntes una idea: sería bueno, pensaba, que mientras vas colocando los productos en el carrito de compra de los supermercados un dispositivo se encargara de leer y totalizar e incluso restar los precios de lo que llevabas, de manera que al llegar a la caja el aparato te diera el total de la compra y así evitar las largas colas que se forman en estos establecimientos. 

Por falta de tiempo, de disposición, de incentivo... el caso es que Santiago nunca desarrolló la idea. 

Años más tarde se topó con un documental en Discovery Channel que mostraba algo muy parecido a lo que tenía en la cabeza. 

Una empresa alemana había desarrollado su idea y era, prácticamente, lo mismo que había dibujado en su mascota. 

“Me mataron el gallo en la funda”, pensó Santiago. 

Para la Expo Ideas del año 2000, aquella actividad tecnológica que solía realizar el Instituto Instituto Dominicano de Tecnología Industrial (Indotec) y del que sólo se efectuaron tres ediciones, Juan Ramón Reyes mostraba al público un prototipo de semáforo inteligente que tampoco logró desarrollar. 

Ocho años más tarde, los titulares mostraban la llegada al país –importados- y la aplicación de los primeros semáforos inteligentes en las calles de Santiago. 

Si la lista se alargara, los casos de inventos, innovaciones o modelos de utilidad creados en el país pudieran ser interminables: inversores digitales, prótesis ortopédicas, fórmulas matemáticas, un gato eléctrico, una lámpara sideral, un quemador doméstico de basura, un inodoro sin agua, una botella doble… 

Así son los inventos criollos, muy parecidos al dominicano: prácticos, ocurrentes, y, como el ingenio local, producto de la necesitad. 

Inventar lo que se dice inventar no es la palabra que mejor define lo que se hace en el país porque, como dice otro innovador dominicano, Diego Pulgar, “no es tan fácil inventar cosas nuevas en el mundo, o hacerlo así porque sí. 

Lo que sí abundan son las mejoras de muchos inventos” y, en eso, todos coinciden en que el dominicano es muy bueno. 

Uno de los más brillantes dominicanos en implantar mejoras fue Valentín Pérez Monte de Oca. Fallecido en el 2004, tiene en su haber un cuchillo abrelatas, un sauna portátil, una estufa eléctrica, un elevador con balanceo de cargas, una tostadora de granos con calor interior, un encendedor de estufas y una olla de presión, entre otros. 

El arquitecto Juan Canto, que se declara un hombre inquieto que inventa por hobbie y adora estar hurgando, ha creado un sujetador de clavos, un salvacaídas, un protector de golpes para cincel, un sujetador de todo (carry all), el sistema JUCASA para obras de arte y una lavadora manual para superficies pulidas. 

Su invento favorito –y el que, según él, tiene mayores posibilidades para ser desarrollado- es un sifón vertical para instalaciones sanitarias que evitaría que los gases se devuelvan cuando pasan hacia el séptico. 

En el año 1997, Diego Pulgar y Santiago Piña, recién egresados de la carrera de Ingeniería Electrónica de la UNPHU, ganaron el Premio al Ingenio de la primera Expo Ideas celebrada en el país con su propuesta de tesis de grado: un viscosímetro o aparato que mide la viscosidad de los fluidos o líquidos. 

En la segunda Expo Ideas, en el año 2000, volvieron a sorprender al público con el Intell-Code (registrado en Industria y Comercio como “Horacode” u horario controlado), un dispositivo tipo videocassetera que controla el uso de los vehículos. 

“Asignada una clave, el aparato controla el día de la semana y las horas en que un usuario puede disponer del vehículo. Si te pasas, el carro simplemente no encenderá’. 

Héctor Antigua, presidente de la Sociedad Dominicana de Inventores, goza de mucho prestigio entre los innovadores criollos. Su primer invento, creado en 1997, fue un aparato del tamaño de una taza utilizado para detectar o comprobar cuándo un objeto ha sido movido de su lugar “aunque lo vuelvas a dejar donde estaba”. 

Hecho de distintos componentes y basado en fuerza neumática, lo concibió para controlar los famosos “volados” que estaban ocurriendo en la Dirección de Aduanas, cuando los furgones eran sacados furtivamente y vendida su mercancía en el mercado local, apareciendo al otro día justo en el lugar donde habían sido dejados y deberían estar. 

Su creación más conocida es el bolígrafo de pistón, que le permite al usuario escribir en todos los ángulos, aun contrario a la gravedad, es decir, con la punta hacia arriba. Este bolígrafo obtuvo medalla de plata en la Primera Olimpiada de Inventores celebrada en Budapest, Hungría, en 1998, y en la que participaron tres inventores dominicanos. 

En ese mismo evento fue reconocido Rafael Ben con el fijador externo ortopédico, un dispositivo para ayudar al restablecimiento en caso de fracturas. 

En cuestión de ahorro de energía, Víctor Ríos apuesta a la energía del éter y Carlos Rosario es el ideólogo de un acondicionador de aire sin compresor para vehículos de gas, un generador eólico centrífugo, un gato eléctrico y un generador de energía de mar. 

El famoso inversor digital de Juan Reyes figura también entre los más innovadores. Pensando en la mujer, de Gladys Sánchez son la toalla sanitaria tipo “colaless”, el panty desechable con toalla sanitaria integrada y un brasier desechable para mujeres lactantes. 

Para el inventor, cada una de sus creaciones es como un un hijo, tanto así que debe protegerlo y sacarle un su “acta de nacimiento”, es decir, una patente que le dé exclusividad de explotación comercial. 

El registro de su invención se realiza a través de la Oficina Nacional de Propiedad Industrial (ONAPI). 

La institución recibe aproximadamente unas 250 solicitudes de patentes al año, según datos ofrecidos por Andi Almánzar, directora del Departamento de Invenciones. 

Las patentes pueden ser de invención, que reciben exclusividad por 20 años; de modelo, que reciben exclusividad por 15: y de diseño industrial, que la reciben por cinco. 

Desde la creación de la ONAPI, en el año 2000, han sido emitidas menos de 10 patentes de invención y de modelo, mientras que de diseño industrial han sido emitidas alrededor de 20. 

En la mayoría de los casos se trata de productos farmacéuticos. Almánzar explica que el tiempo promedio para emitir una patente de invención es de cinco años, pero se puede hacer uso de la exclusividad a partir del año en el caso de las patentes de invenciones o de modelos, y de seis meses, en el caso de patentes de diseño industria. 

El procedimiento para registrar el invento está contemplado en la Ley 20- 00 de Propiedad Industrial. Ésta establece que una invención es todo aquello que tenga aplicación industrial, que resulte novedosa (que no haya sido divulgada nunca, en ningún lugar del mundo) y que tenga nivel inventivo. 

La solicitud se realiza llenando un formulario en ONAPI, donde se registran los datos del creador y la descripción de su producto y pagando unos impuestos. 

En un plazo de 60 días la oficina examina si la solicitud cumple los requisitos. Mientras tanto, y en 18 meses, la oficina publica en la prensa nacional un aviso que contiene los datos de su creación. 

En los 12 meses siguientes, la solicitud se examina para ver si lo que se registra realmente corresponde a una invención, de ser así, se concede la patente y se publica en el boletín oficial de ONAPI. 

La patente obtenida debe ser pagada periódicamente para conservarla. Desde el 2007, la República Dominicana está suscrita al Tratado de Cooperación en materia de Patentes de la Organización Mundial de Propiedad Industrial (OMPI), institución creada en 1967 y con sede en Suiza que busca fomentar la protección de la propiedad intelectual en todo el mundo. 

Este acuerdo facilita los trámites para los solicitantes que desean obtener la protección por patente en varios países. Entre otras cosas, les ofrece la opción de acceder a un listado de patentes internacionales para confirmar que su invento no ha sido registrado en otro de los 137 Estados miembros del tratado. 

MUCHAS IDEAS Y POCOS INCENTIVOS

Con tantos inventos o mejoras exitosas, es cuestionable que en República Dominicana los innovadores no pasen de ser soñadores entusiastas que dedican su tiempo libre a resolver problemas cotidianos. 

En el caso de Antigua, al hacerle llegar el prototipo de lapicero pistón a varios interesados fuera del país “me dijeron que en esos momentos no estaban interesados en fabricar bolígrafos que pudieran salirles muy costosos.” 

El economista asegura que “en nuestras latitudes sabemos que los países del primer mundo nos ven a nosotros como consumidores de su tecnología: no conciben que nosotros seamos capaces de crear tecnología". 

¿La solución? Más que promoción, dice, es necesario adoptar una política de estímulo. 

“Si aquí no creamos la cultura de que la clase empresarial valore debidamente el producto del ingenio dominicano, siempre dejaremos nuestras creaciones a merced de quienes sí pueden y tienen facilidad para copiar y luego entonces desarrollarlas a su manera”. 

Antigua espera que todo mejore. “Todo requiere su momento de maduración. En estos momentos no tenemos una cultura que le garantice al inventor, al innovador, el poder trabajar a tiempo completo porque no se ha establecido un régimen de incentivos para las personas que nos dedicamos a esos menesteres aunque sea de manera parcial”. 

Pocas instituciones, entre ellas el Instituto Tecnoloógico de las Américas (ITLA), la Secretaría de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Seecyst) y el Instituto de Investigación en Biotecnología e Industria (IBII) apoyan a los innovadores. 

El ITLA, por ejemplo, está apoyando a Rafael Ben con el desarrollo de la prótesis ortopédica, y la Seecyst un proyecto de prótesis mamarias. Para Diego Pulgar, “muchos de los proyectos se quedan en la antesala porque en la mentalidad empresarial existe la teoría de que todo está inventado”. 

A eso añade la falta de información –sobre todo con relación al procedimiento en el caso de las patentes- y el poco apoyo que brindan las universidades a los muchachos que desean crear. 

Pese a lo poco que son tomados en cuenta, los inventores e innovadores dominicanos, dice Antigua, tienen claro que su “responsabilidad es hacer camino al andar, la satisfacción es que otros se sumen a nuestros pasos. Hoy día hay una cantera de jóvenes que se sienten atraídos por la actividad de inventiva”. 

LA ACTIVIDAD INVENTIVA EN EL PAÍS

En general, asegura Héctor Antigua, presidente de la Sociedad Dominicana de Inventores, la actividad inventiva e innovativa es un asunto que requiere de tiempo y para ver sus frutos, para ver esa idea traducida en un nuevo producto en el mercado, debe pasar por diferentes fases: primero la concepción de la idea, que siempre surge para llenar una necesidad humana, y luego elaborar el prototipo tecnológico que está llamado a hacer frente a esa necesidad. 

“Una vez se comprueba que tecnológicamente puede ser factible y que ese invento funciona, hay que buscar –si el inventor no puede por cuenta propia- un socio para que se encargue de promover y desarrollar ese invento y convertirlo en un nuevo producto en el mercado”. 

En el país, la falta de recursos limita ese proceso de invención. 

“Prácticamente nosotros sólo podemos cubrir la etapa de desarrollo del prototipo, a partir de ahí es cuando la clase empresarial y el estado dominicano, a través del organismo llamado a promover la actividad inventiva e innovativa, tiene que jugar su rol”, explica. 

Es un asunto que en todo caso conviene al país, expresa, “porque al país no le favorece perder un inventor por ganar un empresario. Todo inventor que se decide por explotar un invento creado por él se le haría difícil seguir jugando ambos roles”. 

Dada la falta de incentivos, el inventor dominicano es muy celoso de su trabajo y no le gusta publicitar proyectos que está desarrollando. 

“A veces, dice Antigua, la mejor ocasión para medir el acerbo de propuestas tecnológicas que pueda existir en un momento dado es a través de la organización de ferias como las que organizaba el antiguo Instituto Dominicano de Tecnología Industrial (Indotec), o como la que auspició en el 2006 la Secretaría de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Seecyst) y el Instituto de Investigación en Biotecnología e Industria (IBII). 

Ese año, 2006, con la Primera Feria Nacional de Inventos e Innovaciones, trascendieron fronteras varios inventos criollos como el yogur de arroz propuesto por Arsenio Heredia, las prótesis de silicona de José Guzmán y los cepillos de dientes con dentífrico incorporado y el colector de orina de Fernando Ramírez.