Diplomacia
Protocolo oficial: la coreografía invisible entre las naciones
Agenda
- Una visita oficial debe incluir, como norma, el saludo a los tres poderes del Estado del país anfitrión: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. También puede incorporarse una ofrenda floral, una visita de carácter histórico o una disertación en alguna universidad u organismo regional.
Cuando un presidente viaja al extranjero, la legislación de cada país determina sus límites.
Cuando un presidente visita otro país, nada ocurre al azar. Cada paso, gesto, saludo o fotografía responde a un guion cuidadosamente diseñado bajo las normas del protocolo oficial, una disciplina tan estricta como necesaria en las relaciones internacionales.
Detrás de lo que parece una visita breve, a veces de apenas 24 o 48 horas, existe un entramado complejo de coordinación diplomática, donde el tiempo, los símbolos y las jerarquías se entrelazan para proyectar respeto, legitimidad y equilibrio entre Estados.
El proceso comienza mucho antes de que el avión presidencial despegue. Todo inicia con una invitación formal, gestionada a través de las misiones diplomáticas o, en su ausencia, directamente entre los ministerios de Relaciones Exteriores o las representaciones ante las Naciones Unidas. Solo tras revisar las agendas de ambos mandatarios se acuerda la fecha. Cada detalle —por mínimo que parezca— se valida de manera conjunta por las Direcciones Generales de Protocolo de ambos gobiernos, oficinas que suelen estar encabezadas por funcionarios con rango de embajador.
Cuando un presidente viaja al extranjero, la legislación de cada país determina sus límites. En la República Dominicana, por ejemplo, el mandatario puede ausentarse sin autorización congresual, siempre que su estadía no supere los quince días. Más allá de ese plazo, requiere aprobación del Senado. Es una muestra de cómo el protocolo también protege el equilibrio institucional y la transparencia democrática.
El Departamento de Viajes y Visitas Oficiales es el corazón operativo de todo el proceso. Desde la logística de vuelos y permisos de sobrevuelo hasta la selección de hoteles, transporte, acreditaciones, seguridad, regalos institucionales y actividades culturales, nada queda al azar. Incluso se contempla la agenda paralela de la Primera Dama, cuando la acompaña, con actos vinculados a programas sociales o de cooperación.
Una visita oficial debe incluir, como norma, el saludo a los tres poderes del Estado del país anfitrión: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. También puede incorporarse una ofrenda floral, una visita de carácter histórico o una disertación en alguna universidad u organismo regional. Cada acto responde a un sentido simbólico: el reconocimiento mutuo y la reafirmación de la soberanía.
Las visitas oficiales son, en esencia, escenarios de comunicación política y cultural, donde se representa la identidad de un país frente al otro.
Programa
La agenda se diseña conforme al protocolo del país receptor, pero su aprobación final corresponde al visitante. Asimismo, las condecoraciones —gesto diplomático de alto valor— se acuerdan con antelación. Antes de otorgarlas, se verifica si el homenajeado ha recibido distinciones previas, su rango y la equivalencia del honor que se intercambiará, garantizando que el gesto sea proporcional y recíproco.
El protocolo no es una simple formalidad, sino un lenguaje silencioso de respeto. Cada detalle —el color de una alfombra, la ubicación de una bandera, la duración de un apretón de manos— comunica algo. La diplomacia se escribe también con gestos, y en ellos se mide el nivel de madurez, respeto y visión estratégica de los Estados.
Las visitas oficiales son, en esencia, escenarios de comunicación política y cultural, donde se representa la identidad de un país frente al otro. Y aunque los discursos cambien o los gobiernos se sucedan, el protocolo permanece como garante de la cortesía institucional, la armonía entre las naciones y la continuidad del respeto mutuo. Porque en diplomacia, como en la vida, la forma también es fondo.

