Las Sociales

Cuando un sueño se convierte en rutina

Crónica Ligera

Ana Mercy Otáñez

Soñar es una de las capacidades más fascinantes de la naturaleza humana. ¡Soy una eterna soñadora! Con los pies en la tierra y la fe en Dios. Desde pequeños, estamos impulsados por la imaginación y el anhelo de lograr lo que, en ese momento, parece inalcanzable. Soñamos con ser profesionales exitosos, vivir nuevas experiencias o construir la vida ideal. Sin embargo, ¿qué sucede cuando ese sueño por el que tanto luchamos comienza a sentirse como una repetición sin sentido? ¿Qué ocurre cuando aquello que nos inspiraba cada día se convierte en una obligación monótona?

Hace unos días, mientras caminaba por el pasillo de uno de mis lugares de trabajo, surgió en mí una sensación extraña que me llevó a reflexionar. Me hice esta pregunta: “¿Cuándo este sueño se convirtió en una rutina?”. De inmediato me di cuenta de que una parte de mí estaba experimentando desencanto. Lo que antes me llenaba de emoción y me impulsaba a trabajar incansablemente hoy es parte del paisaje diario y, a menudo, lo realizo en piloto automático. Esto ocurre con frecuencia en el ámbito laboral y en lo personal.

El sueño que iluminaba nuestro camino empieza a desdibujarse en medio de horarios, responsabilidades y el ritmo acelerado de la vida. Esta transición del sueño a la rutina es un proceso natural, pero también una invitación a la reflexión y la renovación.

He aprendido a ver el valor en la rutina, que en sí misma no es negativa. Nos ayuda a estructurar nuestra vida, ser eficientes y cumplir con nuestras responsabilidades. La situación problemática surge cuando la rutina consume la pasión. Sin darnos cuenta, comenzamos a perder de vista el propósito que nos llevó a elegir este camino. Cuando el trabajo, el proyecto o el sueño se convierten en tareas que realizamos sin emoción, surge un vacío que puede afectar nuestra motivación y felicidad, invitándonos a tomar acción para retomar el control de nuestra vida.

¿Qué hacer cuando nos encontramos en esta encrucijada? La clave está en reconectar con el propósito original. Recordar esas primeras sensaciones de entusiasmo puede ayudarnos a redescubrir lo que realmente nos movía. También es esencial abrirnos a nuevas experiencias dentro de nuestro sueño. La monotonía se disuelve cuando exploramos áreas distintas, adquirimos nuevas habilidades o trabajamos con personas que nos aportan una perspectiva fresca.

La evolución de un sueño hacia una rutina no es una derrota; es una fase que todos atravesamos. Lo ideal es verla como una oportunidad de renovación, transformándola en una etapa de aprendizaje y crecimiento. Al final, los sueños no se tratan solo de llegar a la meta, sino de la capacidad de mantener viva la llama que nos hace seguir soñando, incluso cuando las circunstancias cambian.

La verdadera victoria es renovar nuestra pasión y propósito, y recordar que el mayor sueño es vivir una vida llena de significado.

¡Con Dios!

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