Cuando un sueño se convierte en rutina

Crónica Ligera

Ana Mercy Otáñez

Ana Mercy Otáñez

Soñar es una de las capacidades más fascinantes de la naturaleza humana. ¡Soy una eterna soñadora! Con los pies en la tierra y la fe en Dios. Desde pequeños, estamos impulsados por la imaginación y el anhelo de lograr lo que, en ese momento, parece inalcanzable. Soñamos con ser profesionales exitosos, vivir nuevas experiencias o construir la vida ideal. Sin embargo, ¿qué sucede cuando ese sueño por el que tanto luchamos comienza a sentirse como una repetición sin sentido? ¿Qué ocurre cuando aquello que nos inspiraba cada día se convierte en una obligación monótona?

Hace unos días, mientras caminaba por el pasillo de uno de mis lugares de trabajo, surgió en mí una sensación extraña que me llevó a reflexionar. Me hice esta pregunta: “¿Cuándo este sueño se convirtió en una rutina?”. De inmediato me di cuenta de que una parte de mí estaba experimentando desencanto. Lo que antes me llenaba de emoción y me impulsaba a trabajar incansablemente hoy es parte del paisaje diario y, a menudo, lo realizo en piloto automático. Esto ocurre con frecuencia en el ámbito laboral y en lo personal.

El sueño que iluminaba nuestro camino empieza a desdibujarse en medio de horarios, responsabilidades y el ritmo acelerado de la vida. Esta transición del sueño a la rutina es un proceso natural, pero también una invitación a la reflexión y la renovación.

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