¡Descubriendo la magia de Colombia!

Crónica Ligera

Ana Mercy Otáñez

Ana Mercy OtáñezRaúl Asencio/LD 

Viajar y conocer otros países es para mí más que un simple pasatiempo; es una forma de conectar conmigo misma y con el mundo. Colombia había estado en mi lista de destinos desde hace tiempo, y mi cumpleaños y aniversario de bodas fueron las excusas perfectas para explorar un país que combina la magia de su historia, su vibrante cultura y su exuberante naturaleza en una experiencia inolvidable. Desde el momento en que llegamos, sentimos cómo cada rincón de Colombia susurra historias que abarcan desde su creación hasta la vida cotidiana de su gente.

Bogotá, la capital, se presentó como una ciudad donde cada día es una aventura y cada instante ofrece la oportunidad de descubrir algo nuevo y extraordinario. Uno de los lugares que más me impresionó fue la Catedral de Sal en Zipaquirá, una maravilla subterránea tallada en las profundidades de una mina de sal. Este santuario es un testimonio de la grandeza humana y una experiencia espiritual única. Sus túneles narran la historia de Jesucristo, y el ambiente te invita a detenerte, orar y reflexionar sobre la grandeza de Dios.

Nuestro recorrido continuó en el Centro Histórico de Bogotá y en el pintoresco barrio de La Candelaria. Sus calles empedradas y las coloridas casas coloniales nos transportaron a otro período de la historia. Cada esquina tiene una narrativa que contar, y caminar por allí te acerca más a la esencia de la ciudad. Visitar la Plaza Bolívar fue una experiencia conmovedora, un lugar que refleja la perseverancia del país y su capacidad para preservar su alma a pesar de las adversidades. Colombia no se puede comprender sin mencionar el arte de Fernando Botero, cuyas esculturas y pinturas provocan una profunda reflexión. Las figuras voluptuosas y exageradas que admiramos en el Museo Botero, son una invitación a ver el mundo desde una perspectiva diferente, apreciando la belleza en lo inesperado y dejándose llevar por su creatividad y por la crítica social que impregnan sus obras.

Subir al Cerro de Monserrate fue otra experiencia increíble. Desde la cima, Bogotá se extiende a nuestros pies, y la vista es especialmente mágica al atardecer, cuando el cielo se tiñe de colores indescriptibles. Este fue un momento de profunda conexión, no solo con la ciudad, sino también conmigo misma, mientras contemplaba la grandeza de la naturaleza y la creación divina en perfecta armonía.

La gastronomía en Bogotá es un festín para los sentidos. En Andrés Carne de Res, en Chía, no sólo disfrutamos de una comida; fue una fiesta completa, llena de vida, música y sabor, reflejo de la alegría que define a los colombianos. Para algo más íntimo, Le Garden ofreció una experiencia gastronómica sofisticada, mientras que Storia D’Amore, mi favorito, nos transportó a Italia con su auténtica cocina en un ambiente romántico y relajante. Colombia nos ofreció recuerdos que atesoraremos por siempre en nuestros corazones. ¡No dejes que te lo cuenten, vive la magia de Colombia!

¡Con Dios!

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