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Mis reflexiones al cumplir 51 años

Crónica Ligera

Ana Mercy Otáñez

Ana Mercy OtáñezRaúl Asencio

Al llegar a los 50 + 1 años, puedo afirmar que nada supera vivir desde la autenticidad del alma y disfrutar de cada etapa. Mis arrugas cuentan historias, mi cuerpo dice que soy madre y mis cabellos comienzan a tornarse plateados, añadiendo brillo a mi cabeza. Este viaje no siempre ha sido fácil, pero cada año ha representado una oportunidad para crecer, aprender y amarme más profundamente.

Recuerdo los días en que la juventud parecía eterna y los sueños eran como estrellas inalcanzables en un cielo distante. Pero estoy aquí ahora, con cicatrices que narran mis batallas y con las experiencias adquiridas a través de las lecciones de la vida, que definen a la mujer que soy. A los 51 años celebro no solo mis logros, sino también mis errores, de donde he extraído lecciones invaluables.

He aprendido que el amor propio implica no solo aceptar nuestras fortalezas, sino también abrazar nuestras vulnerabilidades. Es saber decir no cuando es necesario, perdonarnos por nuestras imperfecciones y celebrar cada pequeño paso que nos conduzca a la meta.

A los 51 años, me he dado cuenta de que ser auténtica es el regalo más grande que puedo ofrecerme a mí misma y al mundo. En este viaje, he descubierto que la belleza no tiene edad. Se encuentra en la sonrisa que evoca momentos de alegría, en la mirada que refleja el amor compartido y en las manos que han construido puentes hacia el entendimiento y la compasión.

Celebro la libertad de ser quien soy, sin disculpas ni restricciones impuestas por otros. Mis pasiones ahora son faros que guían mis días, y mis sueños son mapas que delinean un futuro lleno de posibilidades infinitas.

En este capítulo de mi vida, el tiempo se convierte en un compañero de viaje sabio, enseñándome que cada momento es precioso y que el mayor acto de amor propio es vivir plenamente. A los 51 años, me celebro con gratitud y grandeza por el pasado, el presente y el futuro.

Que cada mujer que llegue a esta edad sepa que está creciendo en gracia, sabiduría, amor propio y disfrute sexual. Descubrir mi sexualidad ha sido parte integral de mi crecimiento personal. A esta edad, he aprendido a valorar no solo la intimidad física, sino también la conexión emocional y espiritual que se fortalece con el tiempo y la experiencia.

Porque la verdadera belleza de una mujer reside en la fuerza de su corazón, en la profundidad de su alma y en la luz que irradia cuando se permite brillar sin reservas, incluso en los momentos más íntimos y personales.

Así que aquí estoy, celebrando mis 51 años con la certeza de que la vida se vuelve más hermosa cuando nos permitimos ser verdaderamente quienes somos, en todos los aspectos de nuestra vida.

¡Con Dios!

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