¡Yo voté adivinando!
De cerca
Mi primer voto electoral fue una experiencia emocionante. Este acto, lejos de ser simplemente un deber, fue la afirmación de mi identidad y, a mi entender, una contribución valiosa al funcionamiento de la democracia de mi país.
Al caminar hacia la cabina de votación para marcar esa casilla me sentí adulta, responsable y parte de la construcción de la sociedad en la que anhelaba vivir.
A pesar de poseer una tímida formación política, ese día fue una oportunidad para expresar mis convicciones de manera tangible. Estaba clara sobre la propuesta de valor del candidato a quien deseaba favorecer, y en plena consciencia ejercí mi derecho.
Ayer, muchos años después, la historia fue diferente. Acudí al colegio electoral en un gesto mecánico y en total desconocimiento de las propuestas de los candidatos a regidores, a quienes desconocía.
La boleta A, correspondiente a la alcaldía del Distrito Nacional estaba clara. La boleta R, para los regidores, tenía tantas opciones que, para un ciudadano indeciso, como en mi caso, era imposible revisar.
No tenía ni la menor idea de quién era el regidor que me correspondía, no recibí ninguna orientación en la jornada de campaña, no conocía ninguna propuesta, por lo tanto, marqué adivinado. Dejándome llevar, tristemente, por la imagen de quien parecía tener la mejor intención. Y no tuve la sensación de haber contribuido positivamente al destino de la nación.
La falta de visibilidad de los candidatos a regidores durante la campaña ha generado en mí un vacío de confianza. Nunca supe de sus propuestas, no había vínculo, no recibí la información necesaria para tomar una decisión instruida.
Espero que, finalizado este proceso, la decepción no se acentúe, y que en lo adelante las autoridades correspondientes reflexionen sobre todo lo que se debe mejorar para la siguiente contienda electoral.
¡Hasta el lunes!