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CRÓNICA LIGERA

¡Somos un pueblo de fe y resiliente!

Ana Mercy Otáñez G.

Ana Mercy Otáñez

Ana Mercy Otáñez

En una tarde tranquila de sábado, marcada por la predicción de fuertes lluvias debido a un fenómeno atmosférico, la República Dominicana se volvió a encontrar, una vez más, enfrentando la furia de las aguas. A exactamente un año y 14 días desde la experiencia devastadora del 4 de noviembre de 2022, el país revive un dejavú cargado de dolor e impotencia. 

Aunque estos embates han sacudido las raíces de nuestra vida cotidiana, la fe y la solidaridad del pueblo dominicano emergen como una fuerza inquebrantable en medio de la tragedia. En lugar de buscar culpables, debemos sumergirnos en la unidad que nos caracteriza como pueblo, demostrando que la República Dominicana es un testimonio de resiliencia, fortaleza y oración.

El paso de este fenómeno en dos años consecutivos ha transformado drásticamente la cotidianidad de todos los dominicanos, sumiendo sus calles al silencio del duelo y la desolación. A pesar del desconsuelo y la tristeza, somos una comunidad que trabaja incansablemente para reconstruir lo que materialmente hemos perdido. La solidaridad se manifiesta en cada rincón del país.

Vecinos, familiares, amigos y compañeros de trabajo se han convertido en pilares fundamentales para superarla adversidad. Es hora de dejar de lado la política barata y unirnos para llevar ayuda humanitaria a quienes más lo necesitan. La fuerza interna de nuestra comunidad marca la diferencia, y cada esfuerzo, cercano o a distancia, simboliza la determinación de cada dominicano para no dejarnos vencer.

La reconstrucción no solo debe centrarse en las infraestructuras físicas, sino también en el tejido social y emocional.

 La salud mental brota como una prioridad, debemos fomentar la creación de grupos de apoyo, terapias y actividades comunitarias como herramientas esenciales para sanar las heridas invisibles.

Que la fortaleza emocional de cada dominicano se convierta en un pilar para contribuir a la energía colectiva de nuestro pueblo. Hoy, la República Dominicana se prepara para erigirse como un faro de esperanza.

Las cicatrices del pasado debemos transformarlas en recordatorios de nuestra capacidad humana para enfrentar la adversidad y renacer con vigor renovado.

A medida que las flores brotan en lo que antes eran escombros, la reconstrucción de nuestro país nos inspirará a creer en nuestra fuerza innata que yace en nuestros corazones y en nuestra capacidad de resiliencia.

Con la fe como guía, miramos hacia el futuro con la certeza de que, con Dios, volveremos a resurgir con más fuerza que nunca.

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