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De Cerca

Loyda perdió su casa, sus enseres, y casi pierde su vida. No tiene idea de dónde acudir para resguardarse, solo le queda un suspiro de esperanza en un futuro incierto y muchas preguntas sin respuestas. Ella hoy es un número, parte de una estadística, un valor que se suma a la cuenta de los afectados por la embestida implacable de la naturaleza con las recientes lluvias que desencadenaron inundaciones, derrumbes y la trágica muerte de varias personas. Pero nada cambia. Revivimos la misma historia de noviembre pasado, y tras un par de semanas, sin perspectivas de mejora, todo lo acontecido será nuevamente historia.

En definitiva, el sistema de drenaje de la ciudad no funciona. El cúmulo exagerado de basura ha hecho estragos en los desagües. El colapso en el tramo lateral del paso a desnivel de la avenida Máximo Gómez con 27 de Febrero, que, por cierto fue advertido por expertos hace 25 años a las autoridades de entonces, deja clara la vulnerabilidad de las estructuras que sostienen la ciudad de Santo Domingo. Y, en un país donde no existe el régimen de consecuencias, solo nos queda lamentarnos por lo ocurrido y pedir fortaleza para las familias afectadas.

Yo estuve ahí

Horas antes del desastre de la avenida 27 de Febrero yo estuve ahí. Iba camino a mi casa a protegerme de la lluvia; tiempo más tarde vi en la televisión y las redes sociales todo lo sucedido. La fragilidad de la vida y la ineludible necesidad de priorizar su preservación es muchas veces ignorada y situaciones tan lamentables como la ocurrida nos ponen de frente a la realidad y nos enseñan a valorar lo realmente importante.

Este fatídico hecho nos recuerda de manera contundente la transitoriedad de nuestra existencia en la tierra. En esos momentos críticos, la importancia de la vida se revela como el valor supremo, eclipsando cualquier otra preocupación material o superficial.

Qué triste ha sido el balance. Cuántos sueños malogrados, cuánta impotencia y frustración en aumento. Ahora solo nos resta esperar, quizá, algún día, como la ‘ciudad fabulosa’, de Marta Quéliz, nuestro hermoso Santo Domingo sea seguro para transitar en cualquier dirección, y la lluvia, que es una bendición, ya no sea motivo de preocupación.

¡Hasta el lunes!

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