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El arte de la prudencia

Desde muy temprana edad escuchaba una de mis hermosas tías hablar de lo importante que era manejar “el fino arte de La prudencia”. Explicaba que el comportamiento de una persona hablaba de sus sentimientos y de la virtud al actuar de forma justa, adecuada y con moderación. Comunicándose con un lenguaje claro, cauteloso y adecuado. Con respeto a los sentir de la vida y las libertades, evitando fricciones y discusiones con los demás.

Hemos aprendido que no se debe discutir en temas políticos, religiosos o deportivos, esto aleja la familia y los amigos, llegando a veces a tener acaloradas discusiones que pueden llevarnos a grandes arrepentimientos de acuerdo a lo accionado o dicho en el tema.

En mis inquietudes de lecturas encontré que antiguamente, los egipcios solían representar a la prudencia como una serpiente con tres cabezas (de león, de lobo y de perro). Se decía que un individuo era prudente cuando tenía la astucia de las serpientes, la fuerza del león, la agilidad de los lobos y la paciencia de los perros. Esto nos enseña que La prudencia requiere un buen sentido, un buen juicio, templanza, cordura, sabiduría, discernimiento y aplomo.

Desde pequeño siempre escuchaba una serie de refranes y dichos populares, me los aprendía de manera divertida, porque los podía aplicar en las situaciones que se me presentaban y ya de adultos acrecentados.

Desde las enseñanzas cristianas he valorado siempre las palabras del sacerdocio: “La prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales, junto con la justicia, la templanza y la fortaleza, discerniendo y distinguiendo lo que está bien de lo que está mal en cada circunstancia.

Cuando alguien suele hablar de las personas imprudentes, suelo conectar inmediato con el personaje de Cesar Victoria (Cuquin), llamado Vicente. Un humor fino que nos llegaba todos los días por televisión y que retrataban perfectamente a las personas imprudentes.

Consultando con un especialista de la conducta, nos refirió que muchas veces estos actúan por acaparar la atención en los grupos que se relacionan y de una necesidad interna de protagonismo. Lejos de ganar la empatía, suelen alejar precisamente aquellos a quienes ellos admiran o quieren imitar. Pierden por su código de conducta la confianza, muestran mucho irrespeto, criticas, tonos altos de hablar, fanatismo, indiscreción, y una tosca forma de llamar la atención a veces victimizándose y creando situaciones que muchas veces son el resultado de sus provocaciones.

“El Fino arte de La Prudencia” es algo que hay que cultivar siempre, abrirá todas las puertas, pues nos indicará la forma correcta de conducirnos y de hablar. La gente prudente habla con la verdad cuando se necesita, de manera apropiada y sin lastimar, pero sin perder su fuerza y convicción. Actuar prudentemente requiere de juicios maduros, elecciones sabias y ejecución correcta. Piensa con cuidado antes de actuar o dejar de hacerlo.

Lo mejor es no participar de las críticas de otras personas, antes de dar tu opinión debes de conocer los detalles, o por lo menos haber observado el tema a tratar. Mantener la discreción ante cualquier confidencia que se te tratara de otra persona. Trata de siempre tener un tono de voz agradable a la hora de conversar o participar en una actividad grupal.

Domina el tema que se está tratando, evita que te catalogue de ignorante. Si no es tu conversación no interrumpa y si decides dar tu opinión primero pide permiso para darla. Una persona prudente es una persona decente que piensa en el bien común.

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