Normas y Etiqueta
Permiso para interpretar el Himno Nacional
Las Fiestas Patrias en República Dominicana empiezan con el natalicio del Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, el 26 de enero. A través de los años han impulsado la identidad nacional.
El mes de febrero está dedicado a los símbolos patrios y todo lo relacionado con la historia de nuestra Independencia Nacional. Uno de los gloriosos símbolos es el Himno Nacional.
Una composición lírico – épica realizada por José Reyes, quien expresó en una ocasión que habiendo llegado a sus manos el Himno Nacional argentino, publicado en el periódico parisino ”El Americano”, sintió el deseo de hacer una composición gloriosa para el país, motivo para que en 1883 invitara a su amigo Emilio Prud’Homme a que escribiera un himno a la patria, y así él ponerle la música.
El laureado poeta, poco tiempo después, escribió las estrofas y el músico compuso su himno.
Prud’Homme comentaba el sentimiento de aspiración de José Reyes, su gran sueño de patriota y artista de componer un himno que le llegara al corazón de los dominicanos, que avivara cada vez más el sentir de la nacionalidad, para que amaran intensamente y defendieran su hogar en su suelo, sus glorias nacionales, sus libertades, su independencia, con integridad y honor.
José Reyes tenía la certeza que cuando los dominicanos escucharan un himno que sintieran y cantaran con amor, afirmarían en su alma el sentimiento de la patria, seguros, en sí mismos, de ser dominicanos por siempre.
Contrario a lo que podría pensarse, la música del Himno fue escrita primero que sus letras. El 17 de agosto de 1883 se tocó por primera vez, en una velada que celebró la prensa nacional en la Logia Esperanza de Santo Domingo, cantado por un grupo de jóvenes con el acompañamiento de una pequeña orquesta, en la que el propio José Reyes tocó el Cello.
En esta actividad se aprovechaba la ocasión para celebrar el vigésimo aniversario de la Restauración de la República Dominicana. La composición fue acogida por el público y desde entonces comenzó su lento proceso de popularización.
Es el 30 de mayo de 1934 cuando el presidente, Rafael Leonidas Trujillo Molina, mediante la Ley número 700, lo declaró Himno Oficial de la República Dominicana, concediéndole así al tirano la honrosa oportunidad de este acto al promulgar, la ley que durante treinta y siete años había permanecido engavetada.
Lamentable y extrañamente, no existe una ley ni una disposición oficial (decreto, resolución, ordenanza, etc.) que prescriba o establezca cuándo y dónde debe tocarse el Himno Nacional. No hay constancia en ninguna instancia gubernamental que pueda comprobar la existencia de una disposición legislativa, medida legal que especifique motivo y lugar en que se deban sonar las notas gloriosas de nuestro canto patriótico. Ni siquiera nuestra Carta Magna establece nada al respecto. Ningún legislador ha presentado una iniciativa de ley encaminada al logro de este propósito.
El Himno Nacional se toca y se canta por disposición todos los días a las ocho de la mañana y junto a este canto se da izado a la Bandera Nacional, que forma, junto al Himno y al Escudo de la República, nuestros importantes símbolos patrios. Así mismo a las doce de la noche para despedir el día que termina.
Hemos visto en nuestro recorrer de vida que este se tocaba en las glorietas de los viejos parques de los municipios cabeceras de las provincias. Es de carácter oficial que se interprete al inicio de los actos gubernamentales, en algunos actos solemnes privados, al iniciar cada día las labores docentes en las escuelas y colegios, y donde se tenga oficialmente presente los principales poderes del estado o representantes del mismo en actividades oficiales.
A nadie se le puede impedir hacer lo que la ley no prohíbe, nuestro canto a la Patria, considerado uno de los primeros más hermosos del mundo, puede ser interpretado en cualquier lugar y por cualquier motivo.
El uso de uno y otro no está reglamentado desde el punto legal, y en la Constitución de la República (Artículos 31 y 32) solo aparece una breve descripción acerca de cada uno de ellos.
Esta ausencia de prescripción jurídica, nos lleva a presenciar, sin importar el propósito y el lugar, con gran pesar y no menos rabia, nuestra enseña tricolor, flotando sin los cuidados de respeto que representan, en lugares inapropiados.