Crónica Ligera

Cuando la vida se interrumpe

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Ana Mercy OtáñezSanto Domingo

De pronto la vida te detiene, te para, te habla y te obliga hacerle caso. Sin razones aparentes comencé a sentirme mal, extraña, adolorida y diferente. Lo percibí, lo pensé y hasta lo hablé, pero continué porque la vida me llamaba.

Mi cuerpo a través de mis órganos, músculos, huesos y articulaciones me gritaba algo a todo pulmón que yo no podía descifrar, que no entendía y a lo que no presté la debida atención hasta que lo sentía me paralizó y se convirtió en un dolor muy fuerte, profundo, persistente y agudo que jamás había sentido…

Nunca he sido menos de lo que soy y en mi sano juicio, bajo la soledad de las circunstancias concluí que, no son los años, es la prisa, no son los achaques por edad, son los cambios que debí advertir y adaptar a mi estilo de vida y no hice… Si todo cambia constantemente y nuestro cuerpo es nuestro templo, ¿por qué nos dejamos para último?

Caí…

No recuerdo la última vez que había estado convaleciente tanto tiempo. Sucumbí al primer round de una batalla desconocida… ya en el suelo lo perdí todo, la fuerza, el coraje, el valor, el ímpetu y el deseo de continuar, de seguir, de avanzar, de cumplir con mi agenda.

Una fuerza mayor me lo impidió, entré en confusión, rabia y culpa, eso lo da el no comprender lo que pasa… busqué posibles causas y culpables, mientras mi cuerpo trataba de levantarse, de reaccionar ante una inminente lucha que llegó sin avisar y a toda prisa se instaló en el área del cuerpo que pudo… en mi espalda.

No podía entenderlo, no era ninguna de las situaciones de salud con la que he convivido 48 años, eran síntomas chocantes y muy dolorosos, no sabía de su fuerza ni de su capacidad hasta que se me apagaron las expresiones y se murió mi sonrisa… el dolor me tumbó, me venció y caí como cualquier luchador que no puede con los embates de su enemigo…

Aprendí

Toda situación por más difícil que sea tiene algo positivo. Lo duro es mantener esa actitud ante el dolor, los pensamientos y la soledad. Han sido tres semanas llenas de retos, diagnósticos y desbarajustes, aun contando con gente muy solidaria.

Aprendí de todo esto una gran lección de vida, debemos estar atentos a nuestro cuerpo y aceptar cuando nos habla, esta es una experiencia de valor que sumo a mi vida y que hoy veo diferente desde el reposo.

Los desafíos de salud traen consigo grandes descargas emocionales y estoy segura que esta vez lo vivido me llevará al siguiente destino.

¡Con Dios!

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