Algo qué contar
Arcadio Díaz: El rey de las guayaberas no perderá su trono
No dejo de pensar en Arcadio Díaz. En esa última conversación que tuvimos vía telefónica. Lo llamé como solía hacerlo cada vez que necesitaba de su sapiencia para escribir un artículo.
En esa ocasión me respondió como siempre. Con amabilidad y les puedo jurar que había una sonrisa en su rostro porque su tono de voz lo delató. Era un caballero en todo el sentido de la palabra. Me dio todas las informaciones que necesité, pero no quiso que revelara su nombre, porque su ética profesional se lo impedía. Así era él. Integro, honesto. Era una estirpe en extinción, que delegaba al anonimato sus obras altruistas, y sus aportes a innumerables crónicas de moda, como fue mi caso y por ende, como muestra de gratitud eterna les dedico estas líneas. También les puedo asegurar que hasta sus regalos solo lo saben quiénes abren su closet hoy y tienen una pieza de sus creaciones para recordarlo. Me imagino que de ahora en adelante las lucirán como la mejor obra de arte que hayan adquirido, en mi caso, dos chabacanas hermosas que tuvo el detalle de venir a la redacción de Listín Diario a entregar personalmente.
Añoranza
Volviendo a esa conversación, me dijo que se iba para Venezuela a estar con sus hijos a disfrutarlos y dar tiempo de calidad a su familia. Lo último que me dijo se queda conmigo para honrarnos… Arcadio ya no estará con nosotros, pero su legado no perecerá. El rey de las guayaberas, prenda de vestir que lo inspiraba a innovar cada día, y por esto sus piezas tenían ya un prestigio ganado en este país que lo vio nacer y morir, como una gran coincidencia de la vida.
Según lo acontecido iba a la ciudad de Miami para un chequeo médico y en el Aeropuerto Internacional de las Américas le dio un paro respiratorio. Sus restos fueron velados en Santiago de los Caballeros donde estarán junto a los suyos. Para que no lo olviden nunca Arcadio dejó una impronta que va más allá de la estirpe familiar y en el aspecto económico. Es haber tenido la osadía de abortar la cotidianidad en una prenda de vestir que aún se debate su procedencia y la convierte en una embajadora que nos representa como marca país a donde quiera que llega, no importa si es en la maleta de un presidente de la República, un diplomático o un turista que la adquiere en una de sus tantas tiendas diseminadas por el mundo. El lino blanco, estopilla irlandesa o algodón italiano serán tallados al cuerpo por otras manos, pero jamás estas telas volverán con una firma que impregna tanto talento como el Arcadio Díaz. Y mientras aquí se extrañaran sus pisadas de triunfos en las pasarelas y mirada sonriente en tu rostro de piel morena, en su otra morada, pido a Dios lo tenga junto a él, cubierto con un lienzo que le haga honor a su vida terrenal. Paz a tu alma!