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Cuando nada es suficiente

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Ivelisse VillegasSanto Domingo

A veces, cuando las cosas no salen como queríamos y reconocemos que fue porque no le pusimos corazón, nos sentimos con una sensación de frustración, vergüenza, y otras emociones más… Imagínense, que una persona esté todo el tiempo con una sensación de culpa por no cumplir las expectativas que se creó y nunca esté satisfecho.

Por lo general, quienes son así viven una tortura, pues siempre van por más y la necesidad de insatisfacción los hace estar constantemente en una carrera que no tiene fin.

El otro día una compañera dijo que se sintió mal porque no tenía nada qué hacer, es decir, culpa por no estar en la computadora trabajando, cocinando a los hijos o limpiando la casa, como si no mereciera ese momento de ocio que le permite descansar. Ella, al igual que muchos en momentos así, siente desasosiego y pierde la alegría porque es tan exigente consigo misma, que a su entender no se lo merece.

Autoexigente

Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que todos en algún momento queremos más de lo que tenemos y nos ponemos metas, nos exigimos al máximo y hacemos sacrificios por nuestra autorrealización. Para los expertos en psicología es una cualidad positiva si nace desde la motivación por crecer, desarrollarse y conseguir los objetivos que te planteas, pero estableciendo unos límites sanos, según explica un artículo en el portal ABC Bienestar. Lo malo está en darle cabida permanente y dejar que nos impida disfrutar plenamente del presente, y nos lleva a vivir con una nostalgia debido a que los anhelos que queremos no lo alcanzaremos jamás, a pesar de todos nuestros esfuerzos. Cuando una persona es así, siempre piensa que pudo tener un mejor trabajo, pareja, hijos, una vida en todos los aspectos, dice la coaching Amparo Millan.

Posición retadora

Si los autoexigentes sufren, imagínense lo que pasa quien convive con personas así… Para la psicóloga Beatriz Gil Bóveda, en este tipo de personas los pensamientos que prevalecen es que no pueden fallar, necesitan tenerlo todo controlado, ser los mejores en todo lo que hacen, se sienten culpables cuando cometen algún error, prefieren hacer las cosas ellos mismos, no confían en cómo puedan hacerlo los demás. Le cuesta delegar. Al final no hay paz para quienes están cerca, y como reconozco que a veces soy así, de ahora en adelante voy a tratar de sentir menos culpa y a darme premios por mis logros, con algo se empieza… Preocuparse no quita los problemas de mañana, quita la paz de hoy.