Normas y etiqueta
Reglas del buen vestir que todo político debe aplicar
Ser un personaje público implica estar siempre ante el escrutinio de todos. Más aun cuando se posee imagen popular, por ser o pertenecer al sector empresarial, artístico, religioso, de carácter social, medio de comunicación o un cargo de representación pública o política.
En nuestro país como en el mundo, hemos encontrado personajes icono del buen gusto y la elegancia en el vestir, destacado en su trayectoria no solo por su intelecto, aportes, rol empresarial o política.
Damas y caballeros que han respetado los códigos de vestimenta en toda ocasión sin que con esto se altere su estilo. La elegancia no es vulgar, es un sello personal que pocos logran desarrollar y que forma parte del éxito.
También penosamente encontramos personajes no tan atinados que han puesto en duda su credibilidad en cualquiera de estas áreas, por el mal e inadecuado manejo de la imagen y vestimenta, y que casi nunca nadie suele corregir por el temor de que lleve alguna represalia o disgusto personal.
A muchos le toma tiempo y esfuerzo lograr su estilo. Buscar asesoría de profesionales que nos guíen, es lo mejor. Tener un consultor de imagen de políticos en su equipo de protocolo que maneje y cuide correctamente los detalles de cada presentación, los códigos de vestimenta y las formalidades a llevar según los horarios, es lo ideal.
¿Cómo debemos vestirnos adecuadamente sin llegar a los excesos, incluso para evitar caer en el extremo del mal gusto? Es importante saber que, una marca costosa, no siempre es sinónimo de ser un atuendo correcto.
La imagen personal es un aspecto de la comunicación no verbal que no debe descuidarse por un capricho de lujo excesivo y menos aún en tiempos en que los ojos del público se han multiplicado gracias a las redes sociales. En segundos, evidencian, critican, aplauden o no, las cosas que a su opinión están bien o mal.
En el mundo empresarial, político, de servidores públicos y de negocios, se busca que la imagen proyecte poder y liderazgo, más que todo credibilidad y confianza. Las reglas del buen vestir (donde se busca que la ropa llevada este acorde a la ocasión, al tipo de cuerpo y tono de piel) se aplican para todos, en este caso nos vamos a dirigir a los servidores públicos.
La imagen de un funcionario público es voz y rostro de la sociedad que representa, del partido político al que pertenece y de los ciudadanos que votaron por su propuesta.
Un vestuario correcto es sinónimo de buen gusto, de «elegancia con conocimientos», proyectando con el cargo que ostenta. Un político debe valorar que, como en cualquier marca, la suya personal, debe ser cuidada, «más digerible, atractiva, creíble, cercana, confiable».
Se conoce al instante cuando no tiene conocimientos o asesorías de cómo vestir. Apreciable a un más en actos donde forman parte de la línea directiva o presidencial. Todo acto público tiene un código que debe ser respetado, más cuando se está al lado de la figura del primer mandatario.
Muchos líderes en sus procesos electorales buscan estas asesorías para sus apariciones públicas, fotografías y videos de campaña, cumpliendo las recomendaciones según su personalidad. La imagen va mucho más allá de la corbata, la camisa, el traje o el peinado. Algunos la siguen después de lograr la elección a los cargos.
Es importante codificar los colores para el vestuario. El maquillaje, los complementos y accesorios, el entallado de la ropa, el cuidado de los largos de las mangas, los ruedos de los pantalones, la forma de sentarse, la gesticulación corporal, el calzado según la ocasión, la ambientación de la presentación..., todo tiene que ser cuidadosamente investigado. Un mínimo detalle puede hacer ver la imagen descuidada o incorrecta.
¡Los detalles pequeños son los grandes logros!