Algo qué contar

Las grietas del celibato

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Ivelisse VillegasSanto Domingo

El fin de semana estuve compartiendo con unos amigos en una finca, y mientras observábamos los bañistas, risas y anécdotas salió a luz el tema de la religión y la fe, porque uno de los integrantes tiene 40 años de casado y 15 durmiendo en camas separadas porque él no quiere convertirse a la religión evangélica.

Otra persona, dijo que no iba a la iglesia católica porque de niño asistía a la misa todos los domingos, hasta que se enteró que el sacerdote del pueblo tenía ocho hijos y mujeres por doquier. Terminado este relato, dice una abogada, para no mencionar su nombre, que su historia fue más dolorosa, pues fue la mujer de un sacerdote por muchos años, sin saberlo.

Fue un ángel Todos la observamos. Comenzó a hablar sin preguntarle. Nos dijo que el día que lo conoció, salió de la casa con la esperanza de encontrar un trabajo que le había recomendado una amiga en una casa de familia. Se había separado de su pareja por los maltratos que le daba y tenía una niña de tres años, sin trabajo, y viviendo en la casa de su mamá.Cuando sale de la entrevista se detiene a esperar una guagua del transporte público. Y en este ínterin se deteniene una camioneta y desde adentro un señor le dice que si quiere que la encamine. Ella lo observa y se monta sin pensarlo, pues qué más puede perder, dicedentro de sí.

Cuenta que ya sentada, mira a un hombre adulto, muy elegante, pelo bueno, de tez blanca, con un aroma que nunca más ha vuelto a percibir, y una sonrisa que le inspira confianza. Durante el trayecto, ella le cuenta su situación. Se intercambian números de teléfono.

Al día siguiente, ya la está llamando y así quedan de juntarse el viernes de esa misma semana. Acuerdan verse frente al Estadio Olímpico. Cuando él llega, el corazón le palpita más de lo normal, le extiende las manos para saludar, pero este gesto se prolonga más de lo normal. Y le sonrió. Terminaron en una habitación. Al despedirse, le dio cuatro mil pesos. Había encontrado un ángel, así le decía.

Un celibato burlado Por más de cuatro años se encontraban religiosamente todos los viernes en la tarde. Un día, luego de hacer el amor, ella le dice que desea que la visite a la casa. Él le dijo que no podía, pero fue tanta la insistencia que se levantó de la cama, fue a la camioneta, abrió una maleta y la miró detenidamente, y le dijo "soy un sacerdote". Ella no podía dar crédito al pedazo de tela blanca, bien bordado, lavado y planchado de forma impecable que le cubría el rostro.

Era su sotana. Ambos en silencio se vistieron con la promesa de volverse a ver. Jamás volvió a contestar el teléfono. Cuando lo dice, el silencio habla en nombre del agradecimiento y el amor que no pudo ser. La salvó de tantas penurias y le abrió las puertas hacia la felicidad que ella estaba lejos de encontrar en ese momento.

Sin sacerdocio Este relato es uno de miles que hay de sacerdotes que han desafiado el celibato para vivir su amor a plenitud, otros, por diversos motivos que no voy a juzgar, tienen una doble vida y dependiendo de las circunstancias son ángeles o son demonios. Como dice en proverbios 21: 2 A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los corazones.