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Crónica Ligera

Dejemos de buscar culpables, seamos responsables

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Ana Mercy OtáñezSanto Domingo

Cuando vivo experiencias que me abren los ojos, el corazón y el alma suelo compartirlas. Desde que dejé de buscar culpables en mi vida y me hice responsable de cada uno de mis actos, entendí cómo tomamos los momentos de dificultad o de confrontación, para culpar a otros de nuestros errores y fracasos, más no así, de nuestros éxitos y logros.

Ciertamente, en la niñez y adolescencia, vivimos influenciados por nuestros padres, tutores y maestros; pero nuestro carácter y personalidad serán los que definan las actitudes, pues al llegar a la adultez, cesa la responsabilidad que tenían los progenitores. Si hacen o dejan en nuestro beneficio, es por su voluntad, porque al cumplir la mayoría de edad ya consumaron la obligatoriedad que debieron cumplir. Nos dieron la vida y eso debería ser suficiente.

Crecer...

Cuando somos adultos estamos en capacidad de asumir la vida que queremos, desde los deseos, ambiciones, gustos, sueños y placeres. Pero recostarnos de otros, sigue siendo una alternativa. Estudiamos lo que nos cautiva, imaginando que de eso viviremos. Nunca debemos hacerlo por imposición. Escogemos nuestras parejas, porque nos enamoramos y luego de considerar que ya estamos aptos, pasamos al siguiente paso, nos casarnos, regularmente por decisión unilateral.

El manejo de la economía es personal, porque es nuestra responsabilidad. Es así que nos llega el tiempo de asumir el control financiero de nuestras vidas, que no encaja en la del país. De eso se encarga el Gobierno. Entonces, llega el momento de asumir el compromiso como ente social adecuadamente, y para ello, debemos prepararnos y capacitarnos, para así emprender acciones coherentes con nuestra planificación, para cuando pasemos revista seamos nosotros los únicos culpables o responsables de nuestros logros o fracasos.

Hay una ley

¡Las bendiciones caen! Nosotros debemos acondicionar el terreno. Tendemos a olvidarnos que estas llegan siempre que estemos consciente de la ley “causa y efecto”, que claramente explica que toda acción provoca una reacción, una consecuencia o un resultado.

La carrera de la vida es individual, por lo que debemos asumir los retos y aceptar las consecuencias de nuestros hechos, levantarnos de las caídas y seguir adelante. Al caer en el círculo vicioso de seguir la corriente a lo que nos presenta nuestro entorno, dejamos de lado nuestra programación que es lo que en realidad nos conduce a lograr nuestros propósitos y con ello alcanzar el éxito. Al cambiar el ‘chip’ y entender que, lo que nos pasa, lo que nos toca vivir y hacia dónde vamos es nuestra responsabilidad, aceptamos que nuestros tropiezos no son culpa de nadie ni por causa de mala suerte.

¡Con Dios!

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