Las Sociales

Algo qué contar

El dolor y la felicidad, una relación muy íntima

Ivelisse VillegasSanto Domingo

Cuando di a luz a mi primer hijo David duré más de 12 horas de labor de parto. ¡Fue horrible! Pero en esa odisea veía como muchas mujeres entraban a la sala y seguido parían, y yo ahí… sufriendo, sentía rabia, impotencia y pena de mi misma. En una ocasión, entró una mujer, que por supuesto, ya había tenido hijos, con un peinado acabado de salir del salón, maquillada y sin un gesto de dolor aparente. Y en menos de una hora ya estaba parida y en su cama arregladita como si nada, en comparación conmigo. Entonces me dije: pero si ella parió porque yo no… Y comencé a preguntar a las demás y a los doctores y los consejos eran no seas cobarde, no llores, y puja fuerte…

Nadie te entiende en una sala de parto de un hospital público, lo último es que el personal médico te juzga por que el placer fue el culpable. Y cuando estás tendida en esa cama llamando a Dios y a todos los santos, dice que jamás vuelves a parir, pero cuando ves a tu hijo que te lo ponen calientito en el pecho y escucha ese llanto de vida. Esa sensación borra todo el dolor que sufriste; y el amor de madre y la felicidad que experimenta te hace olvidar el momento y al tiempo quiere otro.

Miedo

Esto le pasa a la mayoría de la mujeres, en cambio otras, si el parto fue traumático jamás vuelven a intentarlo por miedo al sufrimiento, porque cada persona experimenta el dolor y lo canaliza de forma distinta y, a veces, son tan sensibles que abandonan cualquier situación o rutina que le provoquen malestar. Tanto es así, que se niegan a vivir una experiencia porque fue difícil para otros. Este comportamiento he visto como sinónimo de cobardía, o instinto de protección. Cada persona le pone el nombre que quiere, y de esa misma manera, no todos ven a través de la herida una luz para transformar el dolor de forma positiva y ser resiliente, pero mucho menos, ser tolerante y empático con quienes lo sufren.

En gimnasia el dolor significa buenos resultados, en medicina un síntoma de una enfermedad, y cuando es emocional desencadena un trauma, que requiere de un profesional para sanar, pero hasta ahora, aunque muchos científicos lo han estudiado, hay misterios en la naturaleza, de por qué a veces hay que sufrir para luego experimentar placer, qué lleva al ser humano a vivir situaciones extremas para sentir lujuria y placer.

Vivir la experiencia

Luego de experimentar el dolor, ya sea físico o emocional, he obtenido felicidad y placer. Pero lo que más me ha fortalecido son aquellos en los que he perdido seres queridos y he aprendido a vivir sin ellos. Aquél dolor me dejado heridas que he curado con dosis de perdón, empatía y el inmenso amor que Dios me profesa que me da sabiduría y dominio propio para entender que solo es un poquito de calor para moldearme cada día y ser una mejor persona, pese a todo…