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CRÓNICA LIGERA

¡Nuestros porque crean resultados!

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Ana Mercy OtáñezSanto Domingo

Desde niños creamos sueños, metas y aspiraciones que acogemos en lo más profundo de nuestro ser, con el tiempo, estos aprendizajes y conocimientos, pasan a formar parte de nuestra vida y por tanto se vuelven recurrentes. Los referimos constantemente, los escribimos y siempre merodean en la mente, entre las cosas que hemos querido realizar y pese a que ocupan un lugar importante en nuestro corazón y de manera inconsciente los mantenemos en planes, por diferentes motivos o situaciones terminamos aplazándolos y poniendo otros asuntos en su lugar.

Lo mismo ocurre con los gustos y placeres que deseamos realizar, los posponemos cada vez, pues siempre nos acogemos a los parámetros que primaron en nuestra educación, entonces nos comportamos y actuamos bajos esas restricciones y nos ponemos límites que nos llevan a dejar todo para después de…

El destino

Lugar, terreno, puesto, espacio o como lo quieran llamar, el destino ha sido muy acusado y juzgado indiscriminadamente. Casi todos lo insultan, lo acusan y le atribuyen la responsabilidad de sus fracasos, cuando no han logrado sus anhelos. Lo culpan de su infortunio cuando casi siempre no ha habido dificultad alguna, sino una gran falta de motivación para ir tras sus metas y resultados. Es ahí, donde entran nuestros “porque”, esos que nos inspiran y nos motivan a ir tras nuestros más grandes sueños.

En cada persona, este despertar ocurre de manera diferente, porque somos de distinta personalidad. Los coléricos son decididos e independientes; los sanguíneos alegres y optimistas; los flemáticos calmados y tranquilos y los melancólicos, dotados, analistas y estrategas. Esto deja claro que mientras unos buscan culpables que limitan el proceso, otros simplemente necesitan un poco de esfuerzo extra.

La rutina

Posponer es parte de nuestra cotidianidad y el cerebro se adapta muy fácilmente, sobre todo a las rutinas. Casi siempre nos sumergimos en prácticas diarias que se convierten en hábitos y estos se adhieren tanto al quehacer diario que nos estancan, nos limitan y no nos dejan ver nuevos caminos. Actuamos de manera automática en nuestro pensar y actuar, no innovamos, o lo hacemos muy pocas veces. Debemos hacer las cosas que nos hacen felices y nos encienden la llama del alma, no importa qué.

Hagámonos estas interrogantes: ¿Qué en realidad queremos? ¿Por qué lo queremos? ¿Qué nos impide ir tras ello? Nuestras respuestas nos llevarán a la conclusión de que no basta simplemente querer. En por qué esto, o por qué aquello, es donde encontramos el impulso necesario para pasar a la acción y alcanzar lo que tanto queremos, y con ello obtener los resultados deseados.

Con el favor de Dios, nos leemos la próxima semana.

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