Algo qué contar

Cuando la profesora es malvada…no la olvidas

Avatar del Listín Diario
Ivelisse VillegasSanto Domingo

Mis inicios en las aulas de clases fueron tan peculiares que los recuerdos afloran en mi mente como si fuera ayer. De todos… Me detengo por un instante en mi primera profesora Milagros, no recuerdo su apellido, pero sí su tez blanca, labios siempre pintados de rojo. Y su andar en el salón de clases con una regla en las manos con la que leíamos la pizarra y nos pegaba también. Y en Lolito Ferreras, a quien tanto admiré y respeté.

Eran tiempos en que nos sentábamos tres en un solo pupitre, y a veces teníamos que apretujarnos para uno más. El salón tenía cuatro filas, incluyendo una denominada la atrasada donde ponían a los que menos sabían, pero se lo gozaban porque le quedaba la cocina justo al lado y ahí Carmenelia cocinaba el mejor trigo que he comido en toda mi vida.

Nos separaba un pasillo que apenas se podía transitar. En ocasiones, eran dos cursos en una misma aula, si podría llamarse así, a las dos habitaciones de la casona grande que fungía de escuela, ubicada en Cañafistol, San Juan de la Maguana, a la que llegaba luego de caminar varios kilómetros.

Poder

Esta profesora me enseñó a leer y escribir como también a recibir los castigos que no me daban en casa cuando me portaba mal, ya que este tipo de comportamiento era aprobado por el sistema de crianza de esa época, en el cual los profesores, además de enseñar, tenían la potestad de ayudar a los padres a “formar a sus hijos”. Ustedes dirán que exagero, pero era tanto el miedo que impregnaba en los alumnos que muchos niños hacían sus necesidades fisiológicas en los asientos por no pedir permiso o porque ella no lo concedía a tiempo.

Reconozco que me reía mucho, no tenía excelentes calificaciones y nunca fui su preferida, solo para contarle a mi papá todo lo que hacía, darme con una regla en los dedos, si pellizcaba el desayuno antes terminar la oración e hincarme en una esquina sino llevaba la tarea hecha o hacía una travesura.

Un recuerdo de gratitud

Para mi amigo Daniel Marmolejos la historia es otra. Él le agradece mucho, pese a los recuerdos de una pela que le dio porque no sabía escribir el número ocho. Hoy es abogado político y militar pensionado gracias a que ella le fio un cuaderno y un lápiz por 15 centavos cuando él llegó a la escuela desprovisto de estos útiles escolares y por su propio dictamen, porque sus padres no estaban enfocados en educarlo porque no lo veían como una prioridad.

Durante muchos años no sentí cariño por ella, ni sentimiento alguno cuando me dijeron que envejeció y estaba sola, literalmente. Pese a esto, ayer 30 de junio se celebró el Día del Maestro y reconozco que, Milagros hizo su mejor esfuerzo por educar de la forma que sabía y entendía que era lo correcto. Al día de hoy una comunidad de hombres y mujeres profesionales les agradecen sus más de 30 años de servicios. Ella fue fiel al sistema, a las reglas pre establecidas y a su sacerdocio que según algunos la llevó a ser una soltera toda la vida y a no tener hijos.

Legado

Valoro el hecho de que se trasladaba desde el pueblo de San Juan a enseñar día por día, ganando una miseria, pasando todas vicisitudes y enfrentando muchos desafíos. Nunca me enteré si la recompensa fue ejercer un magisterio apegada a la vocación de servicio, ésa que te hace vivir tu profesión con pasión, entrega, amor y empatía.

Al echar colirio a mis recuerdos pido un eterno descanso para Milagros y Lolito. Y doy gratitud a quienes le precedieron como son: Marcos Alcántara, Pedro Oviedo, Ondina, Colombia, Sonia, Severiano, el profesor Rivera, Maribel, Austria, Rosario y otros tantos en mi profesión y otras disciplinas que, aunque no lo mencioné están en cada peldaño que erija. Me quedo con la frase de Antonio Machado "En cuestiones de cultura y de saber, solo se pierde lo que se guarda; solo se gana lo que se da."