CRÓNICA LIGERA
El dulce camino de perdonarnos
Nunca entendí sobre este tema hasta que la vida me llevó por el camino del verdadero dolor…ese que se siente dentro y profundo y que nos marca. Un día, decidí hacerme un análisis interno, sincero y lleno de madurez que me llevó a evaluarme y a entender cada una de mis decisiones a lo largo y ancho de mi vida, comprendí el valor de las mismas, de las acertadas y de las estúpidas.
\El camino de la vida no es sencillo, está compuesto por aciertos y desaciertos, que nos pueden conducir a equivocarnos, fallarnos y herirnos a nosotros mismos, no obstante, todas las experiencias forman parte del proceso y es inevitable en los humanos no cometer errores.
Tanto el éxito como el fracaso, son condimentos que nos convierten en las personas que somos. Para avanzar es necesario aceptarnos y perdonarnos, pero sobre todo aprender que para conseguir cualquier objetivo que nos propongamos es obligatorio sentir profunda y verdaderamente que lo merecemos. Cuando damos mayor importancia a nuestros fallos, cuando no logramos integrarlos como parte de nuestra historia, la culpa puede afectarnos a tal punto de estancarnos y paralizarnos.
El perdón es liberador
Nada es tan difícil como perdonarnos, porque es cuesta arriba no justificar nuestras acciones o decisiones y más sin son erróneas. Solemos aferrarnos al dolor y todos sus derivados, creyendo que es una penitencia hacia lo que hicimos, sin embargo, la única persona que sale herida somos nosotros mismos al negarnos el perdón y simplemente aceptar el error.
Nos llenamos de veneno, nos tildamos y nos juzgamos como si fuéramos Dios. No podemos volver atrás el tiempo y cambiar todo lo sucedido, nada ganamos con seguir señalándonos y reprochándonos, porque eso solo nos sumerge en el sufrimiento y nos impide continuar nuestro camino. La culpa, no trabajada es el sentimiento más inútil que existe, porque no nos alivia, nos enferma y nos somete al dolor.
Discúlpate contigo mismo por no haber sabido enfrentar tal o cual situación, ofrécete ahora todo el amor propio que no has podido darte. Pídete perdón las veces que sean necesarias, hazlo desde el corazón, reiníciate y comienza de nuevo, entonces emprenderás el camino del disfrutarte… ¡Libertad!
Ya luego, recompénsate.
Perdonarse a uno mismo es avanzar. Nada logramos culpándonos de cosas y situaciones pasadas que no podemos revertir, lo pasado ya tiene su lugar. Perdonarnos es renacer y darnos una nueva oportunidad de vivir una mejor vida, plena y libre.
Uno de los avances personales más interesantes que he experimentado y que lo aplico como un derecho es el caerme y levantarme, saber que puedo tomar decisiones equivocadas y aprender de ellas, sin crucificarme. Hace mucho que sé que mis errores no me definen, como los asuma sí. Por eso me acepto, me perdono y continúo sin estorbo. ¿Tú, ya te perdonaste?
Con el favor de Dios nos leemos la próxima semana.