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CRÓNICA LIGERA

Mi vida, mi historia…

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Ana Mercy Otáñez G.Santo Domingo

Mi vida, mi historia…

Hace unos días hablé públicamente de un tema que traté en esta columna en mayo del año 2011, a propósito del Día de las Madres. En esa ocasión espere diecisiete años para referirme al tema públicamente, ahora, sólo una década después, vuelvo a reseñarlo. Quienes me leen y me conocen saben que he trabajado por mucho tiempo para sanar y superar la perdida de mi primera hija, reconociendo que mi historia de vida, está construida como la de cualquier ser humano, con altas, bajas, pérdidas, despedidas dolorosas, caídas estrepitosas y momentos de alegría, sin embargo, nunca he hablado de la tres causales, no he querido hacer de mis vivencias respecto al tema un ejemplo, mucho menos cuando el mismo es inaceptable entre los cristianos católicos, grupo religioso al que entiendo pertenezco.

Decisión personal

La sinceridad que me caracteriza me hace dueña de una personalidad directa, clara y por demás, muy llana. Por esto ratifico que soy partidaria independientemente de la experiencia de cada quien, de que la misma debe ser una decisión personal, que le corresponde a la mujer, pues cada quien sabe hasta qué punto puede incurrir es ese compromiso, que por demás es de por vida, el mismo debe estar en poder de quien está en el meollo del asunto. Las decisiones que tomamos en el pasado no tienen por qué encasillarnos, ni restarnos valor, ni belleza, tampoco nos hacen más atractivos o elegantes. Defender lo que creemos nos suma fuerza, valor y satisfacción.

La mujer, única responsable

Como la salvación es individual. A este respecto, entiendo que la mujer, debe ser la única responsable de tomar decisiones relacionadas a su cuerpo, a su vida o aún embarazo, consultarlo debe ser una opción personal. Fue a los dos (hombre-mujer), a quienes Dios les concedió el derecho de dar vida a otro ser humano, sin embargo, es la mujer la que lo lleva en su vientre, la que cría y la que carga con las mayores responsabilidades, hasta tanto esté listo para vivir. Entonces, es esa misma mujer la que habrá de decidir cómo, cuándo se reproduce, tomando o no tomar en cuenta cómo viene su vástago o en qué condición lo concibió, es ella quien rendirá cuentas a Dios y es sobre ella que caerían las consecuencias de sus actos. No estoy ni jamás estaré a favor del aborto por placer o por rehuir a la debida responsabilidad que conlleva traer al mundo una criatura. Entiendo que quienes se disponen a vivir su sexualidad, deben tener la debida madurez y capacidad para asumir un embarazo, deseado o no.

Hay agradecimiento

En medio del dolor, la rabia y la impotencia con el tiempo encontramos el camino para aceptar y agradecer al Señor por las bendiciones que recibimos, lo entendí, cuando volví a tener la oportunidad de convertirme en madre. Por fe y oración conocí la misericordia divina que con el tiempo me enseñó a reconocer que mi primogénita, llegó a mí con un propósito, que emocionalmente me cambió para siempre… Ocho meses de gestación y un mes y quince días de vida fueron suficientes para entender que perder un hijo, trae consigo un difícil proceso emocional con el cual se vive para siempre y aun no hay un nombre que lo describa.

Con el favor de Dios, nos leemos la próxima semana.