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CRÓNICA LIGERA

¡Ir por la vida sin rencor, remordimiento ni rechazo!

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Ana Mercy OtáñezSanto Domingo

Cuando me sentí en capacidad de hacer cambios que aporten a mi crecimiento personal, di importantes paso de avances como ser humano y tatué ciertos términos y definiciones en mi corazón, lo que trajeron a mi vida un estado mental relajado y de mucha tranquilidad.

Pueden intentar fastidiarme o molestarme, pero solo yo soy decido si alguien puede hacerlo. El mundo está lleno de personas que tratan de aprovecharse o abusar de nuestra confianza y es por ello que, como ser humano, he crecido, superando ciertas cosas para defenderme de quienes nos tratan con la intención de convertirnos en víctima. Para alcanzar ese estado debemos trabajar arduamente en nuestro crecimiento, poner nuestro bienestar y satisfacción por encima de la de los demás.

Lo primero que debemos hacer es eliminar estas “R” de nuestras vidas: Rencor, Remordimiento y Rechazo... Al hacerlo gané, porque aprendí a perdonar, saqué las cosas que no puedo cambiar, porque sus recuerdos me rompían el corazón y me envenenaban el alma. El proceso puede tardar, pero trae consigo un alto nivel de satisfacción que se traduce en paz interior, bienestar y gozo, por ende en felicidad.

Rencor

Es un sentimiento que vive en almas enfermas, quienes lo padecen no están en capacidad de aceptarlo, porque viven bajo un estruendoso dolor que en la mayoría de los casos solo sienten ellos.

Guardar rencor causa sufrimiento e incomodidad física a quien lo sufre, la persona que lo generó, casi nunca se entera, ni le importa lo que sienta el otro. Quienes coleccionan momentos de dolor, luego lo convierte en rencor, y lo que logran es estancar su crecimiento y nublan su camino hacia la felicidad, porque se hacen presa de diversos sentimientos oscuros, sobre todo de venganza, creyendo que el otro sufrirá con lo que a ellos le está carcomiendo el alma.

Remordimiento

La consecuencia de nuestros actos por lograr o alcanzar tal o cual meta puede llevarnos a cometer impulsos, travesuras y grandes errores, que en lugar de deleitarnos nos llenan de dolencia y está a su vez se manifiesta en remordimiento que no es más que el pasado insistiendo que no vivamos el presente.

Nos sumergimos en un sufrimiento agudo, que nos tortura, nos quema y no nos ayuda a solucionar nada… en estas condiciones jamás entenderemos, que un alma limpia y tranquila es la vía más fácil para llegar a la plenitud y vivir en gozo.

Rechazo

Con el tiempo aprendí a luchar contra el rechazo. La madurez me enseñó a cambiar ese sentimiento de dolor y convertirlo en un arma que nos impuse a ser auténticos y no vernos obligados a encajar en los patrones que impone la sociedad.

Casi todo el mundo, de una u otra manera ha vivido el rechazo, a veces desde su propia casa y sentirlo nos marca, nos duele y nos llena de resentimientos. Nadie se imagina lo que puede causar un “no” en un ser humano, esa respuesta corta y contundente puede destruirnos y hasta incapacitarnos, sin embargo, un “no”, puede también, ser un estímulo para seguir tras nuestros más grandes anhelos, porque lo podemos convertir en un gran SI.

Decenas de historias de triunfos y victorias están segmentados en muchos rechazos y negaciones, así que la vida se trata de saber asimilar los “no” y ver el valor de los “stop”. Es cuestión de aceptar que nuestras ideas o posiciones no calan de la misma manera en los demás.

¡Mis sueños son mis sueños, nadie puede verlos y valorarlo desde mi óptica!

Perdón

¡Perdonar nos hace libres y felices! Eso sucede cuando llegamos a una fase en nuestras vidas en la que podemos advertir las limitaciones que nosotros mismos nos ponemos, es absurdo cargarnos de tanto sufrimiento y amargura por razones ajenas.

Es cuestión de aceptar que las personas que nos hieren suelen hacerlo porque están heridas, de igual forma las personas que sufren dolor, causan dolor a otros, por tanto debemos saber distinguir cuando algo nos corresponde y cuando no y dejar a cada quien arrastrar su mochila cargada de condenas.

¡De ahí se aplica que cada quien da lo que tiene! Lo he vivido en lo personal, en lo laboral, en la amistad común y corriente, en las relaciones de parejas, en todo. Entonces, la conclusión es: Hay que perdonar hasta amar... ¡y olé!

Con el favor de Dios nos leemos la próxima semana

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